Piscícola Hornopirén: Preocupados por los aspectos sanitarios y medioambientales

Septiembre 30, 2012. Archivado en categoría: Sin categoría

Claudio Kenopke trabaja desde el 2007 en la Piscícola Hornopirén. Llegó como asistente de vacunas y ha ido adquiriendo poco a poco más responsabilidades, encontrándose actualmente en pre-esmoltificación.

Después de pasar por incubación y alevinaje, Claudio junto a sus compañeros reciben a los peces de 2 gramos de peso cada uno, cuidándolos hasta que alcanzan los 30 a 50 g, tras lo cual pasan a esmolitificación, donde crecen hasta los 120 g y luego son trasladados al mar.

“Acá hay muchas oportunidades para crecer profesionalmente”, cuenta este técnico en acuicultura de nivel medio nacido en Ancud. En total son 13 las personas que trabajan en su unidad, organizando y manejando los ingresos y las salidas de los peces, así como los tratamientos, las vacunaciones, etc.

Actualmente, todo el trabajo de esta piscicultura, incluyendo esta unidad, se ha visto influenciado por la aspiración de Salmones Friosur de obtener la certificación internacional Global G.A.P. en sus sitios de producción de agua dulce, algo que ya adquirieron para sus centros en el mar. “Esto implica que estamos mejorando nuestros procesos internos y demostrando nuestro compromiso con los requisitos de inocuidad alimentaria, medio ambiente, bienestar animal y seguridad de los trabajadores”, explica Claudio Kenopke.

En el ámbito de la salud animal, este experto asegura que la mortalidad de los peces se ha reducido considerablemente: “Hemos logrado mantener a raya las enfermedades, con una mortalidad diaria de 0,03% e incluso menos que eso, y sin recurrir a tratamientos excesivos con químicos, porque eso estresa a los peces”.

Cuidando el entorno

Miguel Jiménez es asistente de sistemas de gestión y medioambiente de la Piscícola Hornopirén. Oriundo de La Serena, estudió ecología marina en la Universidad de Antofagasta y lleva más de un año en esta empresa, implantando sistemas eficientes de trabajo y procurando que no se dañe el medioambiente.

“Nos preocupamos de seguir la normativa, disponiendo adecuadamente nuestros residuos y realizando un control semanal exhaustivo de los parámetros que descargamos al río. Así, controlamos el oxígeno que sale de la piscicultura, los sólidos suspendidos totales, si hay fecas o restos de alimentos, la temperatura, el PH, el fósforo y todo lo exigido por la Superintendencia de Servicios Sanitarios”, comenta Miguel Jiménez.

Añade que “también vamos más allá de las exigencias, pues en la Resolución de Calificación Ambiental nos impusimos una serie de compromisos voluntarios, como monitorear el agua de las bocatomas y a 200 metros después de la descarga. Así, tenemos más claro el efecto que estamos causando en este cuerpo de agua, pues tenemos la medición de lo que entra a nuestra piscicultura, de lo que sale y de lo que pasa a 200 metros de nuestras descargas”.

Mensualmente, Miguel Jiménez lidera una inspección física de los ríos y cursos de agua, revisando si hay olores, sedimentos, fecas o cualquier cosa que pueda relacionarse con la piscicultura, para lo cual escuchan también a la comunidad. “Tenemos un monitoreo permanente para identificar alguna desviación en nuestro sistema y corregir in situ. En ese sentido, tenemos instrucciones claras de la gerencia: el río es sagrado y tenemos que cuidarlo. Creo que es posible trabajar por una industria sustentable, pero para ello todos tenemos que colaborar, también la comunidad, que se debe acercar a nosotros si percibe problemas”, concluye.

Conozca más historias de trabajadores en las próximas ediciones. 

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