“En el registro de pescadores estoy hace más de 30 años, pero ya de antes pescaba, de antes de los diez años. Acompañaba a mi papá, salíamos a remo a Poyo, Huequi, a las afueras de Chauchil, pescando el congrio al pinche, en ese tiempo trabájábamos más el congrio, negro y rosado, porque en Llanchid había una persona que compraba y pagaba por kilo el congrio”, cuenta Moisés White de Puntilla Pichicolo -hoy de 60 años- sobre sus inicios en lo que ha sido el gran oficio de su vida: la pesca.
Sin embargo, no sólo de la pesca se vivía cuando él era pequeño, porque su padre y madre también trabajaban la tierra y tenían algunos animales en su casa de Pichicolo. Así alimentaban a sus siete hijos. Sistema con el que Moisés White continuó una vez que se casó con Lucerina Gueicha -con quien tuvo ocho hijos- y se fueron a vivir a Puntilla Pichicolo.
En gran parte de la comuna se combinaba la actividad pesquera con la agricultura y la extracción de la madera, como por ejemplo en Hualaihué Puerto. “Nací y crecí acá, antes fui maderero, después pescador… Hoy me considero mitad agricultor y mitad pescador, la gente toda la vida ha trabajado así, antes más dedicados a la agricultura, ahora más a la pesca, pero pienso que en el futuro van a tener que que volver más a la tierra”, expresa Recaredo Barría Soto, alcalde de mar de Hualaihué Puerto.
En Hornopirén y Cholgo el panorama era similar. Si bien hasta la década del 80 la pesca todavía no reemplazaba a la madera como la fuente principal de sustento, siempre estaba la opción de ir al mar a pescar un par de jureles o a recolectar mariscos para “parar la olla”.
“Siempre se ha hecho de todo en mi familia, porque no da para poder vivir de una sola actividad”, dice Nisia Bartsch, Presidenta del Sindicato Pesquero de Cholgo. Hoy, además de cultivar la tierra y de pescar, ellos tienen colectores de semillas de choritos, algo que se ha expandido bastante, especialmente en los últimos cinco años. Moisés White y su Cooperativa Mare Nostro también tienen colectores, cerca de 18 mil.
“Actualmente hay 13 centros de cultivos de organizaciones autorizados e instalados, si bien este año ha sido más lento por la crisis y la baja en el precio de las semillas, están todos operando”, detalla Jorge Contreras, Ingeniero Pesquero que trabaja desde el 2004 en la Federación de Sindicatos de Pescadores Artesanales de Hualaihué (19 sindicatos en total).
Agrega que “ha habido un desarrollo un poco más explosivo de la mitilicultura desde el 2005, cuando empezaron a trabajar en el rubro los sindicatos y algunos particulares con permisos transitorios. Hemos presentado proyectos al Fondo de Fomento de la Pesca Artesanal por el orden de 150 a 200 millones de pesos para la implementación de centros de captación de semillas, pero actualmente tenemos un proyecto en proceso de adjudicación de 390 millones en beneficio de 20 organizaciones que nos va a permitir captar semillas y realizar un seguimiento para tener proyección hacia la engorda, que es el negocio interesante para la comuna”.
El boom de la merluza austral
“Un tiempo había tanta que la merluza hasta se botaba, aquí en Pichicolo todo este canal se llenaba de botes con lámparas en la noche, se trabajaba en la pura noche, eso como en el año 60, por ahí… También trabajábamos con la mariscada y el desconche, ahora también a veces”, recuerda Moisés White.
“Después, como en el 80, nos fuimos a Puerto Bonito, ahí empezó el boom completo, en ese tiempo andábamos con puro pinche, con dos lienzas, después empezamos a hacer experimentos con espinel. La pesca era abundante y el pago era por el tamaño de la merluza. La pitufa, la grande, la súper grande y la extra, que era como de un metro, que ahora de repente sale en invierno, pero en la hondura. En ese tiempo había mercado libre y trabajábamos el mes corrido, tres días a la semana dependiendo del tiempo, luego arreglábamos materiales y volvíamos a pescar”, prosigue.
“(…) Las embarcaciones las amarrábamos una tras otra, la primera, atada a un árbol que caía en la costa, o bien, un fondeo del cual pendían hasta 15 botes; en la espera, el juego de la brisca, las conversaciones de bote a bote y nuestros dedos cubiertos con dedales de caucho al acecho de la merluza. Cuando llegaba el cardumen, los pescadores del primer bote anunciaban su aparición y el grito se repetía de bote a bote, las manos se tensaban y los peces picaban la carnada y uno tras otro subían a los botes. Pasado el cardumen, volvía la calma hasta un par de horas. Cuando éste regresaba, esta vez del lado contrario, el último bote ahora era el primero, y el grito nuevamente se sucedía y las grandes piezas de ese tiempo llenaban nuestros pequeños botes con 200, 300 kilos (…)”. Así describió Rubén Palma Santana los inicios de la pesca de la merluza en Puerto Bonito en la Memoria Anual del 2005 de la Federación de Sindicatos de Pescadores Artesanales, que en ese año presidía.
De la abundancia a la escasez
Luego llegaron los botes a motor que les permitieron adentrarse más y pescar en “la hondura”, especialmente en invierno, época en que los peces se alejan más de las costas. Y la merluza se empezó a vender por kilos. Moisés White dice que “antes en un día sacábamos entre 500 y 800 kilos. Al mejor precio que vendí, a comienzos de los 80, fue a 1.800 pesos el kilo. Pero luego empezó a bajar el precio y no ha vuelto a subir, ahora no pasa los 1.000 pesos. Después empezaron las cuotas”.
A eso se sumó la llegada de la pesca industrial, que en principio se reguló por la Ley Nº 18.892 “Ley General de Pesca y Acuicultura”. Promulgada en 1991, sentó las bases del actual sistema de definición de cuotas globales de captura. En un comienzo los resultados no fueron los mejores, porque comenzó la denominada “carrera olímpica”, en que las empresas pesqueras se peleaban por pescar rápidamente la mayor cantidad de los diferentes recursos antes de que se completara la cuota anual. Eso produjo, además, que especies como la misma merluza austral y el jurel, entre otras, fueran sobreexplotadas. Ello, en parte a que el arrastre es un arte de pesca extremadamente depredatorio, que de hecho es rechazado por biólogos y científicos a nivel mundial.
En el 2001 se modernizó la ley, estableciéndose los Límites Máximos de Captura por Armador (LMC).
De acuerdo a la Ley 19.713 (“Del Límite Máximo de Captura por Armador”), las unidades de pesquerías concernientes a recursos como el jurel, sardina, anchoveta, merluza de cola, merluza del sur, merluza común, congrio dorado y camarón nailon, entre otros, quedarían sujetas a la mencionada medida de administración, consistente en “la distribución anual de la cuota global de captura asignada al sector industrial para la unidad de pesquería, entre los armadores que tengan naves con autorización de pesca vigente para desarrollar actividades extractivas en ella”.
El Límite Máximo de Captura por Armador vencía el 31 de diciembre del 2002, mismo mes en que se aprobó la “Ley Corta de Pesca” para impedir que se volviera a la “carrera olímpica”. Con ello se prorrogó el sistema de Límite Máximo de Captura hasta el 2012 y se introdujo además algunas modificaciones a la Ley 19.713.
Además de mejorarse la representación de los pescadores artesanales ante los Consejos Regionales de Pesca y el Consejo Nacional de Pesca, se aumentó la patente que deben cancelar los industriales -cuya recaudación, entre otros destinos, va al Fondo de Fomento del Pescador Artesanal-, se fraccionaron las cuotas pesqueras entre industriales y artesanales y se estableció la sustentabilidad por caleta, que da la posibilidad de acceder a una cuota por caleta. También quedaron consagradas exclusivamente para la pesca artesanal las cinco millas en toda la costa desde la V Región al sur y en todas las aguas interiores.
Actualmente, y en gran parte gracias a las gestiones de la Federación de Sindicatos de Pescadores Artesanales de Hualaihué, la comuna tiene el 33% de la cuota de pesca regional artesanal de la merluza del sur, de un total nacional que para este año, por ejemplo, ascendió a las 29 mil toneladas y que se reparte por igual en la pesca artesanal e industrial.
“La cuota de la merluza del sur de Hualaihué equivale a 200 toneladas mensuales, que nosotros repartimos por embarcación, quedando cada una con aproximadamente 300 kilos mensuales”, acota José Alvarado, Presidente de la Federación de Sindicatos de Pescadores Artesanales.
Añade que “en el 2012, cuando se vuelva a votar la ley, la gran pelea de la pesca artesanal será eliminar el arrastre de una vez por todas, porque no es posible que los pescadores estemos con unas miserables cuotas, así que vamos a tener que negociar con los industriales porque hoy ellos cuentan con gran parte de la cuota de muchos recursos, como la sardina, el jurel y la merluza de cola.
Además de que por más que las investigaciones digan que la merluza del sur está en decadencia, bajan las cuotas de los artesanales pero no de los industriales. A eso hay que agregar que a los industriales se les autoriza a pescar en plena veda de la merluza del sur, y como las redes agarran todo lo que pillan sacan la merluza de cola, que logran vender, pero también la merluza austral, que por lo general terminan botando por estar muy pequeñas”.
A muchos pescadores les cuesta aceptar que los 700 kilos que antes se podían extraer al día sean más del doble que la cuota que actualmente se puede sacar al mes. “A nosotros el sistema de cuotas nos cambió la vida totalmente, porque si el kilo se paga a 700 o 900 pesos como máximo, al mes tienes $240.000, pero considerando los gastos en bencina, materiales, etc., y que a veces eso hay que repartirlo entre dos o tres, no es mucho lo que queda”, se queja Moisés White. Por eso es que él, al igual que varios otros pescadores, han instalado captadores de semillas de choritos con los ahorros que el boom de la merluza les dejó.
“Antes éramos felices porque teníamos nuestro borde costero, teníamos el pejerrey, el róbalo, hoy a veces aparecen cuotas de sardinas para algunos barcos que están considerados como de pesca artesanal pero que son de 18 metros y que arrasan con todo lo que hay, por ejemplo ya casi no se ve el róbalo ni el pejerrey en las costas de acá, entonces no ha habido una buena regulación por parte de SERNAPESCA (Servicio Nacional de Pesca)”, concluye José Alvarado.
El congrio negro es otra especie que, según los pescadores, cada vez se ve menos.
“Noruegos de pantalón corto”
La salmonicultura llegó a principios de los 80 a la comuna y fue según muchos uno de los principales ejes de desarrollo y crecimiento de la comuna, especialmente de Hornopirén. Claro que no se puede pensar en desarrollo sin mencionar también el gran aporte que significó la construcción de la Carretera Longitudinal Austral o Ruta 7.
Marco Arteche, contador que se desempeña hasta hoy en el municipio, actualmente como jefe del Departamento de Finanzas, fue uno de los primeros funcionarios contratados por el primer alcalde de Hualaihué, Osvaldo Oelckers. La municipalidad recién se estaba formando después de que Hualaihué había sido declarada comuna en 1979. En 1982, Arteche estaba de alcalde subrogante cuando llegaron “dos noruegos de pantalón corto” a preguntarle dónde se podían instalar para cultivar salmones. “Salimos a recorrer la localidad y ellos encontraron que las condiciones del agua, el paisaje y la geografía eran idénticos a Noruega”, recuerda.
Así nació Chilean Salmon (Chisal), hoy Multiexport Foods S.A.
Marco Arteche dice que con la apertura de la Carretera Austral, hacia 1984, Hornopirén se empezó a consolidar como un centro geográfico y comercial de la industria salmonera. “Antes había algo de actividad salmonera en el Lago Llanquihue, luego llegaron para acá y posteriormente a Chiloé. La verdad es que nosotros ni siquiera sospechábamos las dimensiones que esta actividad iba a tener, considerando que por muchos años fue el motor de la comuna y de la región”, afirma.
Más allá de la crisis que actualmente vive esta industria -producto de las malas condiciones sanitarias con las que se trabajó por años, lo que sin duda afectó también a nuestro medio ambiente- es innegable que fue una gran impulsora del desarrollo de Hornopirén y de la comuna en general.
Consecuencias medioambientales
Entre los efectos medioambientales se puede mencionar el uso de antibióticos, los que son suministrados por vía oral a los peces y que en un gran porcentaje son absorbidos por el el medio acuático, afectando a la flora y fauna silvestre y al ecosistema circundante en general. Este y otros temas, como las consecuencias nefastas que genera la introducción de una especie foránea, han sido ampliamente estudiados por biólogos como Héctor Kol, entre otros.
En un reportaje publicado por El Llanquihue el 18 de octubre de este año, el doctor en biología del Centro I-mar de las Universidad de Los Lagos, Daniel Varela, sostiene que “los efectos ambientales de las salmoneras son reales y nos enfrentan a un escenario complejo, sobre todo porque sus dimensiones e interacciones han sido hasta ahora sobre-simplificadas o ignoradas”. Destaca que el impacto de las salmoneras no es local, sino de “escalas mayores, tanto físicas como de relaciones espaciales”.
Una actividad en expansión
Chisal (Salmones Multiexport Ltda.) y Best Salmon fueron las primeras, luego llegó Ventisqueros y otras más que se fueron sumando: Comercial Mirasol, Cía. Pesquera Camanchaca, Marine Harvest Chile, Aguas Claras, Piscícola Hornopirén. Hoy, todas a medio funcionar debido a la crisis y a la situación de espera en que se encuentra la industria debido a las nuevas regulaciones que introducirá el proyecto que modifica la Ley General de Pesca y Acuicultura, aún en trámite legislativo.
Sergio Asenjo, dueño de Comercial Alerce, llegó a Hornopirén en 1990 a trabajar en Ventisqueros, empresa que se estaba instalando. “En un corto tiempo llegaron tres turnos de trabajadores, alcanzamos los 1.000 rápidamente. La gente que no servía se iba y llegaba gente nueva, había nuevos contratos todos los días. Llegó mucha gente de Contao, especialmente mujeres jóvenes. Nadie sabía mucho pero de a poco se iba aprendiendo”, relata Sergio, quien ya tenía experiencia en el tema porque anteriormente había trabajado en una pesquera en Aysén y llegó a hacerse cargo del abastecimiento de la planta de Ventisqueros.
Recuerda que “la única parte donde se podía alojar era en el Holiday Inn o en el Hotel Hornopirén, porque no había más de 20 casas en todo el centro. El Supermercado Oelckers no estaba todavía, sólo estaba la municipalidad y la casa donde hoy está KémelBus era un local donde vendían papas fritas, eso era lo que había en la plaza”.
Para él, “la ciudad se debe a la industria salmonera, en base a eso crecimos como comuna, por un lado Contao, por otro Hornopirén, Pichicolo, porque igual gente venía de ahí, de El Manzano, de Hualaihué Puerto”.
Un gran cambio que introdujo la industria salmonicultora fue que los habitantes de Hualaihué comenzaron a recibir un salario mensual estable, lo que les permitió asentarse y proyectarse, dejando de depender de los altos y bajos de la pesca y de la precariedad que significaba vivir de la madera.
Aumento de la población y de la infraestructura urbana
Según estimaciones del INE, Hualaihué contaba en 1970 con una población de 5.624 habitantes. Hacia 1982 la población ascendió a 6.302 habitantes, en 1992 a 8.104 y en 2002 a 8.273. “Entre el 82 y el 92 fuimos la comuna que más creció en Chile, muy por sobre la media, y entre el 92 y el 2002 la que más creció fue Quellón, en Chiloé, también dedicada a la salmonicultura”, asegura Marco Arteche.
En cuanto a la población urbana, en 1982 era de 836, en 1992 de 1.122 y en 2002 de 2.406. Así de rápido creció Hornopirén, que actualmente tiene cerca de 4.000 habitantes.
Los servicios básicos se han masificado de manera paralela al incremento poblacional, especialmente en Hornopirén, pero lamentablemente no han llegado a la totalidad de la comuna, existiendo aún localidades que no cuentan ni con agua potable ni con luz eléctrica.
Osvaldo Oelckers, hoy dueño del supermercado que lleva su apellido, opina que “de alguna forma todos vivimos de las salmoneras. El caso del comercio, de la gente que arrienda cabaña, que da pensión, que vende pan, etc. Todo eso surgió gracias al constante movimiento de gente que generaron las salmoneras. De hecho, cada vez que hay reducciones de personal eso se nota en el movimiento económico”. Algo que quedó más que claro con la reciente crisis.
Según Oelckers, desde un comienzo la industria jugó un rol importante en la mejora de las condiciones de vida de Hornopirén y de la comuna. “Las salmoneras han ayudado al municipio y a diferentes organizaciones territoriales, clubes deportivos, etc. Por ejemplo, cuando yo asumí como alcalde en 1980, y dado el bajo presupuesto que tenía, abrimos las calles de Hornopirén con la ayuda de todos. Las autoridades militares nos prestaban las maquinarias, y nosotros con las salmoneras poníamos el combustible. Estas empresas también colaboraban prestando sus lanchas y en todo lo que podían”.
La industria también ha colaborado con el Servicio de Salud, ayudando a reponer las distintas postas de la comuna y con la educación, apadrinando a algunas escuelas y aportando significativamente para la construcción del Colegio Particular Subvencionado Sagrada Familia de Hornopirén.
Los desafíos actuales
Como comuna, pero también como región, debemos resolver asuntos pendientes como el ordenamiento de los bordes costeros y otros temas que dependen básicamente de qué es lo que queremos ser como territorio. Según la Estrategia de Desarrollo Regional 2009 – 2020, se quiere poner énfasis en el desarrollo de la agricultura y la ganadería, la acuicultura, el turismo y las ciencias, todo en el marco de una visión de región competitiva, inclusiva y sostenible.
Es deber de cada uno informarse sobre estos planes y levantar la voz si creemos que en nuestra comuna no se están siguiendo estos lineamientos o si queremos perfilarnos de manera distinta. En este sentido, las épocas de crisis son especialmente propicias para replantearnos y definir cuál queremos que sea nuestra actividad productiva principal de aquí en adelante, eje en torno al cual debe ordenarse la comuna.