El 30 de agosto se izó el emblema más imponente de los chilotes: el Divino Jesús Nazareno de Caguach, una imagen y un culto de raigambre católico que ha traspasado los límites de Chiloé y de la religión que lo sustenta. Hasta allá llegó Olga Paillán, quien vive desde hace más de 70 años en Hornopirén, pero que nació en Caguach. La invitaron los organizadores de las Jornadas Patrimoniales del Museo de la Evangelización, quienes visitaron Hornopirén a comienzos de mes.
Por Bernardita Oyarzún
Los organizadores de las Jornadas Patrimoniales del Museo de la Evangelización de Achao han recorrido la ruta del Nazareno con una exposición, por la Patagonia y todos los territorios donde hay chilotes que han levantado el culto caguachano.
Los años anteriores han estado en Río Gallegos, Río Turbio, Puerto Natales y Punta Arenas llevando, además de la muestra, cantoras, músicos e historiadores locales. A comienzos de agosto de este año la delegación partió para la Cordillera y se levantó una semana de actividades apoyadas por la parroquia de Hornopirén. Con el grupo viajó el acordionista Enrique Millán, integrante de la banda de pasacalles de Caguach; el canto ceremonial estuvo en boca de doña Teresa Ruiz y la producción la hizo Bernardita Oyarzún, coordinadora del programa. Los contextos históricos fueron entregados por el etnógrafo Renato Cárdenas, quien dialogó en varias jornadas con sus habitantes, en relación al poblamiento de ese territorio.
Las Jornadas Patrimoniales de Achao buscan poner en valor humano y artístico los bienes patrimoniales de la cultura y eso se alcanzó con creces en este territorio conquistado por los alerceros de las islas.
Hubo una jornada comunal que repletó la iglesia de Hornopirén y una tertulia muy intensa en torno al poblamiento, en sus distintos períodos, que atrajo el interés de los pueblos indígenas organizados del sector. La inauguración se hizo con un cóctel con gastronomía y bebidas preparadas desde la tradición, ofrecido por Lorna Muñoz Arias, cocinera chilota.
Empero, la protagonista de esta historia es Olga Paillán, una anciana que a los tres años llegó a Hornopirén, acomodada en el empaletado de una chalupa de Caguach. Entonces, sólo la familia Villarroel se había instalado allí. Ella, a sus 83 años, hace un relato épico de cómo se levantó, de entre el bosque entreverado, un pueblo modelado por el alerce, en un estuario del Reloncaví.
Ella fue alercera y remadora de vayona. Fue madre de una docena de hijos y navegante permanente de los archipiélagos porque por esa carretera salían a vender tejuelas y basas a las islas de Chiloé, en sus lanchas veleras. El Nazareno es su referente religioso. Y escondido entre sus secretos de navegación iba siempre un trozo del manto del Nazareno de su pueblo natal.
El Museo de Achao invitó a doña Olga a Caguach, por representar un Patrimonio Vivo de la Humanidad. Ella estuvo presente en parte de la Novena y las distintas liturgias del Nazareno. Permaneció hasta el 31, hasta la procesión de los Cinco Pueblos. Encontró a sus parientes, estuvo con su Nazareno y visitó el sitio donde nació, hoy vuelto a poblar por un testarudo bosquecillo de arrayanes.
De los relatos, devociones y viajes de doña Olga queda un registro para el archivo del Museo de la Evangelización. Testimonio de una viajera en el tiempo.
El programa fue apoyado por las parroquias de Quinchao y Hualaihué y el Gobierno Regional, a través del FNDR de Cultura.