Por Marian Zink P.
Como puede parecer lógico, la primera de nuestras preguntas era la más básica. Si se puede o no se puede hablar de “literatura del sur de Chile”. Por lo general, los entrevistados respondieron que sí, agregando, varios de ellos, que la poesía es, por lejos, el género más cultivado.
Otros, como Jorge Loncón, fueron más extremos: “Creo que se puede hablar de poesía del sur de Chile, pero no de literatura en general. Éste ha sido históricamente un territorio en que se generan movimientos, se movilizan los creadores, al punto de constituir verdaderos referentes en la poesía nacional. Esto no es nuevo, se da desde la década del 60, pero fundamentalmente en la poesía. Hay algunos narradores de importancia, pero el fuerte es la poesía y en eso han sido fundamentales los grupos Trilce, de Valdivia; Pala, de Osorno; Polígono, de Puerto Montt; y Aumen de Castro”.
Clemente Riedemann ahonda en lo que fue el grupo Trilce: “Ellos introducen los temas de la modernidad: a la presencia del paisaje se agregan los espacios urbanos, la temática sociológica, la actualización bibliográfica y las relaciones con el centro del país. En lo estilístico incorporan la coloquialidad, el verso libre, la imagen sintética, la anécdota existencial y un sentido donde el contexto del poema es la cultura universal y ya no sólo el lugar de origen vinculado al criollismo. Estos cambios respecto de la tradición precedente serán desarrollados y expandidos por la generación siguiente, a la que pertenezco, de cuyo legado, a su vez, surgirá la actual generación de jóvenes escritores y poetas que están editando sus primeras obras”.
En Chiloé
Profundizando en los orígenes de la poesía contemporánea del sur, Medardo Urbina acota, respecto al grupo Aumen, de Castro, que fue “fundado y dirigido por Carlos Trujillo y Renato Cárdenas, entre los jóvenes de Castro, y otros procedentes de las islas del mar interior. Potente crisol que dio a Chiloé insignes poetas cuyas respectivas influencias iluminaron territorios más allá de los límites de la provincia y del país: el mismo Carlos Trujillo, Sergio Mansilla, José Teiguel, Nelson Antonio Torres, Aristóteles España y, últimamente, el brillante Jorge Velásquez, entre otros”. Respecto a este último, recientemente recibió, en el marco de la 30ª Feria Internacional del Libro de Santiago, el premio a la Mejor Obra Editada en el Género Poesía, año 2010, por su obra Guaitecas.
Sin embargo, Mario Contreras, es enfático en decir que “a la fecha en que nace Aumen, en 1975, y el Círculo Literario Chaicura, en Ancud, en 1976, ya existía poesía en Chiloé -y narradores, hay que decir- que ejercían el oficio: Guido Ruiz Hibel y Milagros Mimica Soto en Ancud; Manuel Cárdenas Pérez, Sonia Caicheo Gallardo y Dina Ampuero en Castro, además de Yolanda Lagos, Vicente González Márquez, Tobías Vera, Antonio Cárdenas Tabie, Nicasio Tangol o Edesio Alvarado, desde otras provincias pero escribiendo de y desde su Chiloé natal. Y habían existido otros que, a su vez, fueron contemporáneos en su momento, que traspasaron fronteras e hicieron escuela en el modernismo, cuando dicha corriente estuvo en su apogeo. Me refiero a Antonio Bórquez Solar y a Roberto Meza Fuentes (…)”.
Opiniones en torno a la literatura del sur
Es difícil situar el origen de la literatura contemporánea del sur de Chile. Pero, al parecer, la década del 60 sería crucial. Sergio Mansilla menciona a Bórquez y, por supuesto, a Francisco Coloane, dentro de los pocos escritores del sur de Chile anteriores a estos años: “Coloane escribió mucho de la Patagonia pero era un ciudadano cosmopolita, que vivía entre Santiago, el sur y el mundo, algo esencial para su escritura. En general, con algunas excepciones, y hablando de la poesía, a lo que se escribe en la Patagonia todavía le falta desarrollo en términos de propuestas estéticas que puedan tener visibilidad a nivel nacional. Creo que todavía existe una suerte de apego en el mal sentido a los lugares, sin visualizar desde los lugares al mundo entero. Echo de menos, por ejemplo, el vuelo de los poetas de algunas islas del Caribe, que son muy universales, sin dejar de ser locales. Pero creo que hay que esperar a que pase el tiempo, porque, en rigor, la poesía moderna en el territorio sur es relativamente reciente. Eso sí, se puede hablar de que en las ciudades universitarias hay un mayor desarrollo del campo literario, dada la formación de especialistas en literatura: profesores, postgraduados, con lo que aumenta el número de personas que se involucran con las letras, ya sea desde la creación o el estudio”.
Otros, como Clemente Riedemann y Rosabetty Muñoz, opinan que la literatura del sur conforma un sistema “bastante completo”. “Hay autores tradicionales, modernos y posmodernos. Los hay de distintas edades y género. Y también una saludable mixtura entre autores nativos y otros venidos de otros lugares. En este panorama plural, diversificado, se dan todos los cruces en relación con la calidad, entendida ésta como manejo avanzado de los recursos expresivos del idioma y de la comunicación: por ejemplo, hay autores tradicionales que escriben mejor que los modernos o posmodernos; o jóvenes que enfrentan con perspectiva más amplia los temas del pasado histórico. Obviamente, no cabe confundir la calidad con el estar a la moda”, dice Clemente Riedemann.
Para Rosabetty Muñoz, “es una literatura que me interesa mucho porque, además de las voces más conocidas, han surgido nuevas escrituras, muy personales algunas, que contribuyen a ampliar el registro. Me parece fundamental esto que está ocurriendo porque cada vez va a ser más difícil para la hegemonía del centro justificar la reducción de los textos producidos acá en el sur y mirarlos con displicencia. Por otra parte, me incluyo entre los que consideran que sí hay un cuerpo de trabajos escritos en el sur de Chile que conviven y coinciden en un espacio geográfico y en un tiempo histórico. Pero no creo que se pueda hablar de temáticas comunes o de rasgos estilísticos o recursos retóricos similares; en este sentido, hay una enorme variedad de “decires” y eso enriquece mucho el panorama general”.
Los consagrados y los emergentes
Varios de nuestros entrevistados se negaron a contestar esta pregunta. “Me he hecho el firme propósito de no nombrar a nadie y recordar a todos”, nos respondió Pedro Guillermo Jara. La gran mayoría tuvo reparos con el término “consagrado”.
“Hablemos de creadores que tienen un trabajo sostenido, con los altibajos propios de cualquier quehacer humano, pero que ocupan un lugar. A riesgo de dejar fuera a más de alguno, menciono en Valdivia a Antonia Torres, Maha Vial y a Pedro Guillermo Jara. En Osorno, a Delia Domínguez, Luisa Huinao, Elizabeth Acuña, Marta Catalán y a Bernardo Colipán; en Llanquihue, a Raúl Barrientos, Antonieta Rodríguez, Mónica Jensen, Marlene Bohle, Nelson Navarro, Harry Vollmer, Nelson Reyes; en Chiloé, a Rosabetty Muñoz, Mario Contreras, Carlos Trujillo, Nelson Torres, Jorge Velásquez, Mario García, Sergio Mansilla. En Puerto Varas, a Clemente Riedemann. En Palena, a Bernardita Hurtado”, expone Jorge Loncón.
Rosabetty Muñoz prefiere hablar de autores con “una obra más sólida, que se ha ido construyendo a través de los años y que ha sido editada/difundida tanto en la región como fuera de ella”. Coincide con los nombres entregados por Jorge Loncón, agregando los de Jorge Torres, Pavel Oyarzún, Óscar Barrientos y Verónica Zondek.
Clemente Riedemann, refiriéndose a los poetas que cualquiera que quiera iniciarse en este arte del sur, debiera leer, vuelve sobre algunos ya mencionados, añadiendo otros: “Distribuidos por temas, entre los mayores que marcan una transición entre tradición y modernidad, se puede consultar a Delia Domínguez y Nelson Navarro, que expresan con belleza el momento en que la población sureña se marcha del campo a la ciudad; Omar Lara y Jorge Torres me parecen indispensables para comprender la instalación en los espacios urbanos y el emprendimiento de un imaginario cosmopolita; el canon chilote tradicional y moderno alcanza muy buen nivel en autores como Mario Contreras, Sergio Mansilla, Nelson Torres, Rosabetty Muñoz, Mario García y Jorge Velásquez; la literatura infantil ha sido emprendida por Antonieta Rodríguez y Bernardita Hurtado; el tema étnico mapuchehuilliche se encuentra bien comunicado en Ramón Quichiyao, Jaime Huenún, Juan Pablo Huirimilla y Roxana Miranda Rupailaf; los temas y lenguajes de la posmodernidad encuentran sus pioneros en Maha Vial, No Vásquez, Yanko González y Antonia Torres”.
En cuanto a los escritores emergentes, categorización que también provocó resquemores, nuestros entrevistados destacan los nombres de Ivonne Coñuecar y Álvaro Pereira, además de Juan González Fuentealba, Christian Formoso y las ya mentadas Roxana Miranda y Antonia Torres.
La narrativa
Si bien la mayor parte de los escritores nombrados son poetas, no se puede dejar de lado la narrativa del sur, cuyo principal representante, según coinciden nuestros entrevistados, es Pedro Guillermo Jara. “Sólo podría atinar a murmurar que podría ser lúdica”, comenta este escritor sobre su obra, la que está siendo revisada por académicos e investigadores nacionales e internacionales.
Sobre lo que podría llamarse su especialidad, la narración breve, dice: “Llegué al microcuento, mini ficción, cuento corto, a través, justamente, de Juan Armando Epple, quien me deslumbró, en los 80, con un microcuento de su autoría. Y desde ahí no me detuve”. Con respecto a La bala que acaricia el corazón, su última novela, agrega que “nace desde una hipótesis: si existe el concepto de la nanotecnología, que es transversal a otras disciplinas como el cine, la fotografía, el teatro… me pregunté si se podría escribir una “nanonovela”. Investigué en la bibliografía que me proporcionaba mi ex carrera de Castellano, y di con Anatomía de la novela, de Jara y Moreno. Intenté un corpus teórico acerca de las características de la nanonovela y luego la escribí. Me costó pero la escribí. Y fue premiada por el CONARTE 2010”.
Medardo Urbina se refiere a la narrativa del archipiélago de Chiloé, género que, según él, “parece surgir con fuerza”. “Está Pedro Rubén Azócar (La leyenda del capitán o La Pincoya); José Teiguel, con obras como Las puntas del agua (cuentos) o Casa de madera (novela), aún en pre-prensa. O el historiador Felipe Montiel con el libro Chiloé, historias de viajeros, editado recientemente, que constituye, a mi juicio, una importantísima contribución al conocimiento de Chiloé y su gente, bajo una perspectiva nueva, vigorosa y muy interesante, en el que se mezclan de un modo armónico, la literatura, la crónica, el relato simple y la historia de un período migratorio del trabajador chilote, contado con la misma sencillez y el mismo lenguaje (oralidad), del informante. Aportes como éste, dan una personalidad especial a la literatura del sur”.
La dramaturgia
La dramaturgia es otro género literario en el que existen, en el sur de Chile, y según Jorge Loncón, algunos “intentos respetables”, entre los que nombra a Luis Ariel Guzmán y Elizabeth Schultz.
Sobre Luis Ariel Guzmán, Roberto Matamala expresa que “ha recorrido Chile de punta a cabo con su Teatro Luna y los montajes de sus propios textos. Incluso me atrevo a decir que sus obras han tenido más representaciones y han sido vistas por más espectadores que las de muchos dramaturgos capitalinos consagrados”.
Otro dramaturgo de la zona que destaca Roberto Matamala es Carlos González, de Ancud: “Espero que su obra sea muy prontamente editada. Es quien mejor ha reflejado los temas del Chiloé contemporáneo en textos de estructuras dialogales posibles solamente en el archipiélago chilote. Luego está también el caso de los poetas Riedemann y Maha Vial, cuya consagración viene por el lado de la poesía, pero son muy poco conocidos como dramaturgos. En cuanto a los emergentes, el caso más notable es el de Sergio Rosas, con una amplia y original producción escrita y estrenada en pocos años”.
Recientemente, Matamala lanzó el libro Teatro de Los Ríos, una antología crítica de la dramaturgia valdiviana contemporánea, “que reúne a cinco autores y cinco investigadores, con sendos textos dramáticos y artículos críticos. Y basta examinar los temas tratados para darse cuenta que es una dramaturgia propia (del sur). Luis Ariel Guzmán desarrolla la historia de Los amores del amor en el campo del sur; Clemente Riedemann cuenta la histórica tragedia del naufragio de los músicos en su Cantata profana de Puerto Octay; Maha Vial, con la colaboración de la compañía la Gran Bufanda, despliega en escena una corte de los milagros valdiviana en El Paso de Chaucha brujas, la Rosa Moco, la Lala y otras historias urbanas de Valdivia; yo mismo me baso en nuestras catástrofes telúricas para escribir Wellu Witrau (Las Tres Marías de la constelación de Orión en Mapudungún), Elogio de la catástrofe. Sólo Sergio Rosas se escapa de la norma en el caso de la antología, aunque tiene obras referidas a Valdivia: a sus torreones en Lugares comunes y al naufragio del Calypso en la obra del mismo nombre”, describe.
La literatura infantil y juvenil
Para este apartado consultamos a Manuel Peña Muñoz, autor del libro Historia de la literatura infantil chilena, en el que antologa a los principales autores de este ámbito, desde la época de la Colonia hasta la actualidad. Los escritores, ya sean del sur, o que tienen libros inspirados en el sur, incluidos en esa obra, son: Jorge Ruedlinger y su conjunto de cuentos Surazul (1990), publicados por Alfaguara; el escritor, actor y dramaturgo Manuel Gallegos, radicado en Puerto Varas, con su novela juvenil Travesía Infernal y otras obras; la poesía de Bernardita Hurtado Low; y Antonieta Rodríguez Paris con su libro de poesía infantil Pan de luna y otros versos para niños (2006).
Manuel Peña destaca también el libro de poesía La campana del pescador a lienzo, de Jaime Mancilla, publicado por Ediciones Kultrún, de Valdivia, en 2007.
Las editoriales del sur
“Creo que el centralismo ahoga muchas de nuestras creaciones y que uno de los gravísimos problemas que enfrentan los autores del sur es el de la difusión y distribución de sus obras. ¿Es posible, por ejemplo, que los niños y jóvenes de nuestras regiones no conozcan sus propios autores, los que les muestran su mundo, los que les podrían dar las posibilidades de nuevas miradas sobre su gente y paisajes?”, se pregunta Roberto Matamala.
Los entrevistados coinciden en que la distribución de las obras es un verdadero problema en esta zona del país. Sin embargo, todos destacan la labor realizada por Ricardo Mendoza y su editorial El Kultrún, de Valdivia, que ha publicado 139 títulos, de los más variados géneros, desde 1985 a la fecha.
“No existen auténticas editoriales en el sur, en el sentido que tengan comité editorial, gestión editorial completa, soporte comunicacional y sistema de distribución. Predomina la autoedición. Ésta es una de nuestras debilidades. Pero existe una aproximación notable en el nivel de diseño e impresión y es Ediciones El Kultrún, de Valdivia. Gracias a su persistente trabajo a lo largo de tres décadas, una mayoría de autores sureños pudo imprimir libros de buena calidad gráfica. No tengo dudas que ese sello contribuyó a potenciar efectivamente la obra de toda una generación. Su catálogo forma parte de nuestro patrimonio literario”, afirma Clemente Riedemann.
En la misma línea, Jorge Loncón opina que “ninguna editorial publica a un autor sin costo, porque no son editoriales en el sentido estricto de la palabra, si entendemos a éstas como empresas que invierten en un producto, para potenciarlo, como ocurre en el negocio editorial, en pequeña escala en Chile, o a gran escala, como en España. Existen en este territorio personas que “se encargan” del trabajo de corrección, de trabajar con un diseñador, de cuidar la edición, de trabajar con la imprenta. Por ello, las ediciones se hacen “contra proyecto” o con el pago del propio autor. Dentro de este panorama, han sido importantes Barba de Palo, de Valdivia, que ya no existe; El Kultrún, de Valdivia, que ha tenido un trabajo sostenido todos estos años; y Polígono, de Puerto Montt, que -con altibajos- está presente en la región”.
“Los últimos años ha habido tres premios Consejo del Libro que son obras editadas por El Kultrún. El problema persistente sigue siendo la distribución”, añade Rosabetty Muñoz.
Pedro Guilermo Jara aborda la misma temática: “¿Qué hizo cada editado con su obra? Venderla y distribuirla por su cuenta. A muchos les fue bien; otros, han transformado las cajas de libros en mesitas de centro, cubiertos con un mantel a cuadros. Pero cual más, cual menos, (me incluyo), hemos logrado deshacernos de nuestra ediciones. Tengo entendido que a partir de este año, 2010, Ediciones Kultrún, ha comenzado a distribuir a nivel nacional con Ediciones Antártica, lo que me parece un paso significativo para la producción regional”.
Ricardo Mendoza, el hombre a la cabeza de El Kultrún, confirma que, efectivamente, está empezando a operar a través de Distribuidora Antártica, “de manera que en un plazo relativamente corto, la mayoría de los libros que produzco podrán encontrarse en esas librerías, desde Antofagasta a Temuco”.
Sin embargo, resalta que los escritores tienen que tener claro que “esto no debería sustituir la labor irremplazable y esencial del autor como transmisor de su obra, a través de la venta directa, intercambio, asistencia a ferias y encuentros y, en no menor grado de importancia, perfeccionando su técnica de lectura en público y aumentando la frecuencia de ésta. Todo esto es lo que ha permitido que la gran mayoría de las ediciones regionales hayan llegado a sus lectores, independientemente de que ello haya implicado venta o no”.
Por otra parte, acota que entre un 85 a un 90% de las obras que publica al año, corresponden a “publicaciones provenientes de proyectos realizados con fondos concursables, básicamente, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA), más unos pocos de la Corporación Cultural Municipal de Valdivia y otros fondos”. Resalta el hecho de que, si hace unos cinco años no editaba más de cinco o seis libros anuales, en los últimos años no ha bajado de 10 publicaciones, lo que, según él, tiene directa relación con el aumento de los fondos concursables a los que los escritores pueden postular.
Para Sergio Mansilla, no basta con las editoriales pertenecientes a entes privados: “Es importante trazarse metas ambiciosas: hay que entrar a pensar en instalar a escritores a competir en el mundo global y para ello hay que darles visibilidad a gran escala. En ese punto siento que la institucionalidad político cultural no está a la altura. El Estado se ha retirado del ámbito de manera lamentable, a diferencia de otros países latinoamericanos que cuentan con sistemas de publicaciones a gran escala de sus autores”.
A modo de cierre: los desafíos de la literatura del sur
Ninguno de los entrevistados le dio mayor importancia a la cantidad de autores existentes en la zona ni a si han aumentado en los últimos años. Sergio Mansilla argumentó que ése no es el asunto, sino que lo esencial es “el peso específico que ciertas obras pueden tener a lo largo del tiempo. La literatura es una forma de creación humana que requiere de mucho tiempo para asentarse en el imaginario de una sociedad. Eso no es algo que suceda de un momento a otro, por eso, como dice Eliot, hay que desconfiar de los autores que tienen éxito en poco tiempo, porque significa que no ofrecen nada nuevo, sino que estimulan sensibilidades que ya existen. Un innovador es aquel que explora nuevas posibilidades de sensibilidad sociocultural, por lo mismo, su incorporación al imaginario sociocultural es un proceso lento. Una cosa es que un escritor sea conocido y otra es que se convierta en un componente de la matriz cultural de una sociedad, que es otro registro de eficacia literaria”.
Agrega que la literatura del sur de Chile todavía no alcanza esa madurez: “El día en que un autor que ha cultivado la literatura en la Patagonia gane el Nobel, entonces estaremos en otro registro. Los poetas caribeños lo han logrado -un exponente es Derek Walcott- y están en otro nivel de propuesta estética, pero que forma parte de un proceso en el que hay muchos factores en juego. No basta el talento individual, influye la extensión de la educación, el acceso a la lectura, el tener una mirada global, el reconocimiento de la historia… En el sur de Chile, desde los 60 se han ido creando las condiciones de a poco, pero aún falta que muchos elementos se encadenen para subir de nivel en lo que a la propuesta estética se refiere”.
“La poesía, como todos los discursos, tiene varios flancos que cuidar (o exponer) entre ellos, la propia tentación de repetir los logros o hallazgos de algunos autores; o responder a las demandas públicas con una folclorización de nuestra palabra. Estar alertas y siempre críticos sigue siendo nuestro mayor desafío”, concluye Rosabetty Muñoz.
Nuestros entrevistados
Jorge Loncón: Escritor, docente universitario, director de teatro, ex Jefe del Departamento de Cultura y Universidades del Gobierno Regional de Los Lagos y actual Coordinador Académico de la Escuela de Cultura y Difusión Artística de Puerto Montt. Más información en: www.ecda-montt.cl.
Clemente Riedemann: Escritor e investigador en historia cultural del sur de Chile con residencia en Puerto Varas. Ha publicado obras de teatro, de poesía, canciones y artículos de crítica literaria. Actualmente prepara un ensayo sobre antropología poética del sur de Chile en colaboración con la antropóloga Claudia Arellano. Más información: http://suralidad.blogspot.com.
Medardo Urbina: Médico, Biólogo Marino, escritor y estudioso de la cultura de Chiloé. Reside en Concepción, donde organizó el Centro Chilote de Concepción y fundó la revista “Chiloé”. Ha publicado monografías, ha redescubierto a antiguos fotógrafos de la isla y en el 2003 crea la Editorial Isla Grande, actualmente Editorial Okeldan, sello que ha editado siete títulos a la fecha. Más información: www.editorialokeldan.cl.
Mario Contreras: Poeta nacido en Coyhaique pero que ha residido en Chiloé la mayor parte de su vida. Entre sus publicaciones se cuentan: Raíces (1977), Entre aves y pájaros (1980), Palabras para los días venideros (1984), La gallina ciega y otros poemas (1993), Canción para jinetes y caballos (1996), Notas de viaje (1999), Chiloé, última frontera de los sueños, Pedro Ñancúpel, pirata de Chiloé (2002) y su reciente libro de cuentos Historias del país de las aguas (2010).
Sergio Mansilla: Nació en Achao, Chiloé. Como Profesor de Castellano y Filosofía de la UACH, ejerció en escuelas de Los Muermos y en Osorno. En 1996 obtiene el doctorado en Lenguas Romances y Literatura, por la Universidad de Washington, Seattle. Actualmente es profesor titular de la UACH, Facultad de Filosofía y Humanidades. Como académico y escritor ha publicado una decena de libros, tanto de poesía como de estudios críticos de literatura y manuales para la enseñanza del lenguaje y la literatura. Asimismo, alrededor de 50 artículos académicos en revistas especializadas chilenas y extranjera y en libros colectivos.
Rosabetty Muñoz: Desde su titulación como Profesora de Castellano ha ejercido labores de docencia en distintos establecimientos educacionales de Chiloé y participado activamente en el desarrollo cultural del sur de Chile. Ha publicado: Canto de una oveja del rebaño (1981); En lugar de morir (1987); Hijos (1991); Baile de señoritas (1994); La Santa, historia de su elevación (1998); Sombras en el Rosselot (2002) Ratada (2005), En nombre de ninguna (2008). Su poesía también ha sido incluida en diversas antologías.
Pedro Guillermo Jara: Vivió durante 20 años en Chile Chico (1957-1977) y actualmente reside en Valdivia. Realizó estudios de Literatura en la UACH. Es fundador, editor y director de la revista de bolsillo Caballo de Proa. Ha publicado, entre otras obras: Historias de Alicia la uruguaya que llegó un día (1979); Para Murales (1988); Plaza de la República, (1990); Disparos sobre Valdivia (1997); De cómo vivimos con Jesse James en Chile Chico (2002); El Rollo de Chile Chico (2004), Cuentos Tamaño Postal (2005); Tres disparos sobre Valdivia, de Peter William O’Hara (2009), las que han sido antalogadas en distintas publicaciones.
Roberto Matamala: Director de teatro y profesor del Instituto de Lingüística y Literatura, Facultad de Filosofía y Humanidades, UACH. Doctor Cum Laude en Teoría Literaria y Literatura Comparada. Ha publicado investigaciones y textos académicos, muchos en torno a la dramaturgia, además de obras teatrales, libros y manuales.
Manuel Peña: Escritor, Profesor de Castellano y Doctor en Filología Hispánica (Universidad Complutense de Madrid). Especialista en literatura infantil y juvenil. Autor de numerosos libros, entre ellos: Mágico Sur, El Niño del pasaje, María Carlota y Millaqueo, Talismanes para un mundo feliz, Un ángel me sopló al oído, El collar de perlas negras. Se desempeña como investigador literario, director de seminarios de literatura infantil y profesor universitario.
Ricardo Mendoza: Profesor de arte, escritor, director del Museo de Sitio Fuerte Niebla y de Editorial El Kultrún, Valdivia.