De profesión, escritor

Agosto 6, 2011. Archivado en categoría: Sin categoría

Por Flavia Labbé S. y Marian Zink P.

I. El por qué

“El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar”. Gabriel García Márquez.

Siempre ha sido un motivo de enorme curiosidad el conocer la razón por la cual los escritores escriben. Tal vez sea porque a muchos el arte literario les resulta misterioso o, por lo menos, particular. Sin embargo a ellos, a los escritores, la pregunta les incomoda. Y es que no es para menos, ¿cuántos de nosotros nos sentiríamos incapaces de responder a la pregunta de por qué hacemos lo que hacemos?, ¿cuántos de nosotros tenemos la respuesta?

Nuestros entrevistados enfrentaron con honestidad esta pregunta. Así, pudimos conocer más acerca de las motivaciones que impulsan a alguien a escoger la escritura como profesión.

Floridor Pérez ejerce el oficio de escritor con bastante versatilidad, moviéndose cómodamente entre la poesía y las clases en la universidad, entre las antologías y los textos escolares.

Este destacado exponente de la literatura nacional, antes de ser docente universitario, fue maestro rural y antes de ser maestro rural, fue escritor, pero mucho antes de ser escritor, fue poeta. Así, y al igual que otros grandes de la poesía como Gregory Corso y Olga Orozco, Floridor Pérez  afirma que fue poeta aún antes de escribir poesías:

“Creo que mi poesía tiene el mismo origen que la poesía universal -¡vaya modestia!- digo, en eso de su oralidad, de ser anterior a la escritura, de ser pensada y dicha, de ser monólogo mucho antes de ser texto. Porque en mis tiempos se ingresaba a la escuela a los siete años, y yo –salvo en no esperar los nueve meses para nacer— no tuve nada de precoz, así que debí garrapatear las primeras palabras legibles recién a los ocho años,  cuando ya  había cometido al menos un poemilla que aún me sé de memoria”, relata.

Adicionalmente, en su caso hubo un hecho particular que lo empujó a la poesía. Fue el encuentro con un primer poema que hasta hoy resuena en su mente. Uno que nació de boca de su padre:

“Antes de ir a la escuela, en El Mañío, saliendo de casa una mañana de invierno, mi padre me pidió un cordel con que jugaba, para reemplazar un cordón de sus botas. Pero no era un cordel: era las riendas de mi caballo de palo. Él nunca me prestaba las riendas de sus caballos y tampoco yo le presté las mías. Por la tarde vi a mi madre llevándole unos remedios caseros a la cama y me allegué a su lado:

-¿Qué te pasa, papá?

-Estoy muy enfermo… por la mañana mi hijo me negó un miserable cordel, me mojé los pies y me resfrié. Pero no se preocupe… ¡tal vez sane!

Me sentí morir. Y ahí me estuve horas junto al lecho, más incurable que él, hasta que por fin, en señal de reconciliación, me enseñó un larguísimo poema que, por pura casualidad, se llamaba “Mi padre”:

Yo tengo en el hogar un soberano

único a quien venera el alma mía;

es su corona de cabello cano

la honra su ley, y la virtud su guía…

Hasta hoy no consigo vaciar de mi cabeza su carretada de cuartetas”.

En el caso de María Paz Rodríguez, joven escritora chilena, la afición a la escritura surgió de la mano de la lectura: “Tras haber ganado un concurso literario en el colegio con un cuento acerca de la infancia, sentí algo excepcionalmente agradable al escribir. Lo que me pasó con la escritura me motivó a investigar acerca de la literatura. Así, comencé a leer mucho, y con cada libro sentía que eso era lo mío”.

Mauricio Paredes, ingeniero civil eléctrico y autor de libros para niños, a los 9 años ya sabía que iba a dedicar su vida a escribir y a la ingeniería. Aunque, finalmente, se decidió por lo primero. “Escribo desde niño, siempre me ha encantado inventar historias. Además de gustarme, creo que tengo un talento especial para el lenguaje y la palabra escrita”, dice.

II. El proceso creativo

“Me pasé toda la mañana corrigiendo las pruebas de uno de mis poemas, y quité una coma. Por la tarde, volví a ponerla”. Oscar Wilde.

Gabriela Mistral tenía que madrugar para escribir, para Kafka era imperativo estar sumido en la más absoluta soledad y Truman Capote sólo podía escribir en la cama, con un cigarro y un café en la mano.

Lo cierto es que muchos escritores cuentan con determinados hábitos, manías o verdaderos rituales que deben cumplir rigurosamente a la hora de sentarse a escribir.

Para la mayoría de nuestros entrevistados, el silencio es un requisito fundamental en la etapa de gestación de un libro, lo que nos confirma la soledad intrínseca a esta profesión. “Yo escribo en las mañanas y lo que es imprescindible es el silencio. Si es necesario tengo unos tapones para los oídos. No me gusta que me vean mientras escribo, ni que me interrumpan. Y sí, es un trabajo solitario”, reconoce Paredes.

A María Paz Rodríguez, quien se encuentra trabajando en su segunda novela, le ocurre algo parecido: “Yo puedo escribir sólo si no hay nadie cerca. No podría ir a un café o a un lugar rodeado de gente a escribir. Es definitivamente un trabajo muy solitario”.

Uno de los pocos afortunados que parece no tener rituales o exigencias irrenunciables al momento de escribir, es el escritor chileno de renombre internacional, Antonio Skármeta, quien afirma que “mi rutina es no tener rutina. Soy un escritor no ligado a ninguna institución y sin otro trabajo que hacer mi obra creativa. Esto ocasiona dichas y sobresaltos”.

En lo que se refiere al proceso creativo en la literatura, sabemos que toda obra escrita es, en mayor o menor medida, reflejo de su autor. Sin embargo, el nacimiento de un poema o de un personaje puede tener múltiples orígenes, dependiendo de la fuente de inspiración, la metodología, las experiencias de vida o, incluso, el estado anímico del escritor. Algunos parten con una situación particular, sea esta real o ficticia; otros comienzan con un personaje o con una palabra. Como sea, el proceso creativo de un escritor tiene múltiples aristas y depende, en última instancia, de la inspiración artística de cada individuo en particular.

En el caso del autor de Ardiente paciencia y Los días del arco iris, sus obras nacen, se podría decir, de la curiosidad y de una suerte de experimento literario. “Más que con una idea, o un argumento, parto con las ganas de explorar una situación. Pongo a un personaje en una circunstancia y voy viendo cómo reacciona a ellas. Las acciones de un personaje son las que formarán su carácter, y es lo que lo hará creíble y eventualmente querible por parte de los lectores y lectoras. No parto con personajes hechos, sino con proyectos de vida que se irán nutriendo de realidad a medida que van tomando decisiones”, revela Antonio Skármeta.

Floridor Pérez cuenta que sus poemas nacen, generalmente, de una palabra: “Suelo partir de una palabra, o mejor, desde el sonido de una palabra. Si escribo en la pizarra: “la mariposa se posa en mí”, soy sólo el profesor en clase de gramática. Y lo  sigo siendo si digo: “pósate en mí, mariposa”, aunque ahora el modo imperativo le aporta un efecto menos rutinario, una sonoridad más imprevista. Pero solamente cuando escribo:

maripósate en mí

aveflor

marirrosa…

he saltado de la gramática a la poesía, por ese “mariposarse”, que ya no es sustantivo ni verbo, sino algo nuevo, que significa, más allá de la acción de posarse, “el arte exclusivo de posarse de las mariposas”, en el diccionario privado del poeta”.

Este poeta nacional nos muestra también una faceta de los escritores que muy pocos conocen: la de escribir por encargo. A modo de ejemplo, tal fue el origen de El hombre bicentenario de Isaac Asimov, sin que esto restara valor a la obra en sí. Y es que muchos novelistas y poetas escriben por encargo de editoriales o amigos. Sin duda, el punto de partida de una obra tiene infinitas posibilidades.

“Otra forma –tal  vez no tan excepcional como pudiera creerse—  es el poema “solicitado” o por encargo: Las siete tentaciones del profesor lo escribí a petición de Antonio Skármeta, para su programa “El Show de los Libros”; Mariposa (ya citado), me lo pidieron para una antología ilustrada con mariposas. A su vez, para mi libro Poesía chilena del deporte y los juegos, yo les pedí, casi les exigí, escribir un poema a Jorge Torres, Elvira Hernández y a alguien más.  Como dije, un poema tiene muchas formas de surgir, y lo cierto es que eso va perdiendo importancia a medida que avanza el texto, donde lo importante pasa a ser cómo se desarrolla y culmina”, resume Floridor Pérez.

III. El arduo camino a la publicación

“Era un escritor con una gran imaginación: Imaginaba que todos sus libros se venderían”. José O. Caldas.

Aquellos que escogen la escritura como profesión, suelen encontrar un primer obstáculo en sus carreras al no poder publicar sus textos y abrirse paso en el mercado editorial. Son pocos los afortunados que pueden dedicarse exclusivamente a escribir para ganarse la vida. Otros, los más, son rechazados o ignorados por las editoriales o, una vez publicados, por la crítica y el público. Así, sólo un reducido número de privilegiados logra publicar sus libros y que éstos se vendan.

Floridor Pérez ha escrito más de 40 libros, obras que han sido publicadas por la gran mayoría de las editoriales del país. Con todas ha tenido una buena relación. “Las editoriales me han tratado siempre con corrección en términos económicos y con afecto en lo humano”, dice.

A pesar de esto, conoce bastante de las vicisitudes propias del mercado editorial: “De mercado no entiendo un carajo, salvo que en éste (el editorial) –al revés de la feria del barrio- yo vendo y ellos compran. Y entiendo que es un mercado pequeño, que por tradición no atiende a “compradores compulsivos”. Sin embargo, es bueno saber que las ediciones infantiles o de lectura complementaria para niños, adolescentes y jóvenes, son las que hoy día sostienen a la industria editorial chilena”.

Esto último muy bien lo entiende Mauricio Paredes. Con títulos como ¡Ay, cuánto me quiero! y Verónica la niña biónica, este escritor se ha convertido en un éxito de ventas de los libros para niños en nuestro país. Su relación con las editoriales ha sido siempre fluida y positiva. “A mí me recibieron excelente en Alfaguara y he tenido el honor de ser editado por Andrea Viu, quien ha hecho muchísimo por la literatura infantil en Chile. No es común que se reconozca el trabajo de los editores, lo cual me parece muy injusto”, afirma.

Lo contrario le ha ocurrido a María Paz Rodríguez. “Para publicar cuesta mucho que te tomen en cuenta, las editoriales grandes casi no publican literatura chilena, y menos de alguien que está recién comenzando. Además es complicado, porque hay muy poca vitrina para las obras literarias, sumado al hecho de que la venta de los libros suele ser muy lenta”, cuenta.

Esta escritora, que además es magíster en letras de la Universidad Católica, nos muestra un aspecto muchas veces no conocido de esta industria: la dificultad que, en particular, enfrentan las mujeres en el rubro de los libros. “Creo que las mujeres tenemos que jugárnosla más para darnos a conocer, porque se trata de un campo masculino. De hecho, considero que existen muchas escritoras chilenas de gran talento, pero casi siempre terminan siendo los hombres los que hacen más ruido a nivel de prensa, de ventas y de fama. Por otra parte, tengo la impresión de que los críticos son algo misóginos. Así que sí, es un campo extremadamente difícil”.

En definitiva, la escritura demanda de los escritores no sólo talento y amor, sino que también paciencia, constancia y tener la fortaleza de no dejarse vencer por los contratiempos propios del oficio. He aquí el consejo que Antonio Skármeta da a todos aquellos atormentados escritores emergentes: “La verdadera vocación de escritor no puede frustrarse ante los embates de la insensibilidad, el desinterés de una sociedad mercantilista, ni ante la incomprensión de lectores o críticos”.

IV. Pagando las cuentas

“Si el escritor no se siente capaz de dejarse morir de hambre, debe cambiar de oficio. La verdad del escritor no coincide con la verdad de quienes reparten el oro”. Camilo José Cela.

Algunos conocidos escritores han llegado a la literatura desde los más diversos oficios. Otros se vieron obligados a realizar distintas labores con tal de ganarse la vida. Anton Chéjov y Somerset Maugham se graduaron de médicos. Charles Dickens lustró zapatos y luego fue taquígrafo y T.S. Elliot trabajó muchos años en un banco.

La historia de nuestros entrevistados no es muy diferente. Mauricio Paredes es un claro ejemplo. Se tituló de ingeniero civil eléctrico y ejerció esta profesión por tres años, hasta que decidió dejarla para dedicarle toda su atención a su otra pasión, la escritura. Si bien la suya, para muchos, puede ser considerada una decisión arriesgada, él dice no tener remordimientos: “No me he arrepentido hasta ahora. A veces echo de menos la rutina, pero sé que me aburriría al cabo de unos pocos meses, ya que precisamente uno de los aspectos que más me gusta de mi trabajo actual es la libertad de horario. Pero sí echo de menos el tener compañeros de trabajo, el chiste de la mañana, el saber de sus vidas, organizarse para ver el partido con los amigos de la pega”.

Sin embargo, debe combinar la escritura con otras actividades: “Vivo de los libros y de las presentaciones que hago, tales como encuentros con niños o conferencias para profesores o padres. Agradezco el esfuerzo que hacen las instituciones y las personas para financiar estas actividades, ya que hay gente que dice que no se le puede poner precio a la cultura… Si algún día pasa que yo vaya al supermercado y no me cobren la leche para mi hijo por ser escritor, entonces perfecto”.

María Paz Rodríguez también debe conjugar la escritura con otras actividades: “Generalmente tengo más de un trabajo. Voy alternando las clases en universidades, con la producción cultural o con correcciones para alguna editorial o con proyectos alternativos  a eso. No se puede vivir de la escritura”.

Para Floridor Pérez, el que la escritura alcance o no para vivir, depende de las necesidades o aspiraciones de cada escritor. En lo personal, él equilibra la escritura con distintas labores, como la docencia. “Personalmente, con mi nivel de aspiraciones, ¡sí! A mí la escritura puede darme, me ha dado, me da. Pero no solamente sentado en el escritorio, sino siguiendo las ramificaciones del oficio: estoy y he estado en grandes universidades que me han llamado por ese cruce de pedagogía y literatura… Porque el primer día de clases muchos alumnos suelen traerme, como encargo de un hermano menor, uno de mis libros que está leyendo en el liceo, para que se lo firme. Y la poesía, lejos de castigarme por cierto aparente desapego, induce a llamarme a diversas invitaciones que ofrecen talleres literarios, etc.”.

Así, el oficio de escribir resulta, al menos, dificultoso, y muchas veces exige, a quien lo ejerce, abrirse a otras opciones laborales. Para Antonio Skármeta este tema sólo puede verse de una manera: “No creo que quien persiste en habitar en nuestro país pueda “vivir” de la literatura, aunque sí pueda vivir y morir por ella”.

V. Los frutos del esfuerzo

“Lo peor es cuando has terminado un capítulo y la máquina de escribir no aplaude”. Orson Wells.

Finalmente, le preguntamos a nuestros entrevistados qué era lo más difícil, pero también lo más gratificante de esta profesión que escogieron como propia y que, a pesar de todo, no están dispuestos a abandonar.

Esto fue lo que nos respondieron:

Mauricio Paredes: “Lo más difícil es mantenerse disciplinado y no dejarse llevar por la enormidad de otras actividades que te alejan del acto creativo, lo cual genera una ansiedad espantosa. Lo más gratificante es sentir que estoy haciendo algo que a Dios le gusta”.

Antonio Skármeta: “Lo que más gratificaciones me ha dado es haber escrito cuentos, novelas, obras de teatro y guiones de cine íntimamente entramados con Chile; que les han resultado comprensibles y han interesado y emocionado a lectores de idiomas y culturas distintas a la nuestra. Y también que mis obras hayan inspirado a otros artistas para hacer con ellas películas y hasta óperas de gran visibilidad internacional”.

María Paz Rodríguez: “Lo más difícil, sentarse a escribir. Lo más gratificante… sentarse a escribir”.

Floridor Pérez: “Lo más difícil, ser bueno –algo que, por suerte— es tan relativo. Lo más gratificante –respondiendo sólo por mí— las cartas de enamorados jóvenes y adultos que comentan mis poemas; las invitaciones a escuelas, colegios, universidades y grupos culturales del sur y del norte. ¡Y el encuentro casual en una librería con alguna mamá comprando un libro mío!”

Nuestros entrevistados

Floridor Pérez (1937): Profesor normalista, ejerció educación básica en el sur y media en el Norte Chico. Ha sido Escritor en Residencia en la Universidad de Concepción y en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Dictó cursos de poesía en la Universidad Andrés Bello y en la Universidad de Chile. Actualmente es profesor de la carrera de Literatura en la Universidad Adolfo Ibáñez, además de dirigir, desde su creación en 1998, el Taller de Poesía de la Fundación Pablo Neruda. Ha realizado lecturas públicas en Quito, Guayaquil, Cuenca, Lima, Arequipa, Medellín, Bogotá y Buenos Aires. Ha escrito más de 40 libros de distinta índole: poesía, antologías, biografías, textos escolares y cuentos para niños y también ha llevado a cabo una importante labor en el campo pedagógico de la edición y revisión de la literatura infantil, así como de la difusión y conservación de las tradiciones chilenas. Entre sus libros de poesía destacan: Cartas de prisionero (1984), Memorias de un condenado a amarte (1993), Obra completamente incompleta (1997) y Tristura (2008).

Antonio Skármeta (1940): Estudió Filosofía y Literatura en la Universidad de Chile y en Columbia University de Nueva York. Ha sido Profesor de Literatura Hispanoamericana Contemporánea en la Universidad de Chile, Maestro de Guión Cinematográfico en la Academia Alemana de Cine y Televisión en Berlín Occidental y fue designado Profesor Distinguido de Lenguas y Literaturas Romances en Washington University, Missouri, donde enseñó Literatura Hispanoamericana. Es autor de novelas, ensayos y libros de cuentos. Algunas de estas obras han sido traducidas a veinticinco lenguas. Ha obtenido muchas distinciones chilenas e internacionales entre las que destacan la “Orden al Mérito en el grado de Comendador” de la República Italiana, el nombramiento como “Caballero de la Orden de las Artes y las Letras” en Francia y el Premio Planeta en España por su novela El baile de la victoria. Su novela corta Ardiente paciencia (1985), se llevó al cine en 1995 con el título El cartero y Pablo Neruda, película dirigida por Michael Radford. Otras de sus novelas son Soñé que la nieve ardía (1975); La insurrección (1982); No pasó nada (1982), Match-Ball (1989); La velocidad del amor (1997), La boda del poeta (1999, Premio Médicis 2001 a la mejor novela extranjera); La chica del trombón (2001) y Los días del arcoíris (2011, Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta-Casamérica).

Más información en www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/skarmeta/.

Mauricio Paredes (1972): Ingeniero Civil Eléctrico de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es escritor de libros para niños y también se dedica a la investigación y difusión de la literatura infantil. Ha sido guionista de televisión, profesor universitario, colaborador del Ministerio de Educación y Presidente de la Sección Chilena de la Asociación Internacional del Libro Infantil, IBBY. Realiza actividades con niños y charlas para especialistas, habiendo superado las 500 presentaciones. Entre sus libros destacan: La cama mágica de Bartolo (2002), ¡Ay, cuánto me quiero! (2003), La familia Guácatela (2005), Verónica la niña biónica (2005), Los sueños mágicos de Bartolo (2006), Perverso (2008), Cómo domesticar a tus papás (2009) y Mi hermano gigante (2010). Ha participado como jurado del Concurso Nacional de Novela del Ministerio de Cultura de Chile, del Concurso Barco de Vapor de Ediciones SM Chile y del Premio Casa de las Américas en Cuba, entre otros. El año 2007 fue elegido uno de los 100 líderes jóvenes de Chile por el diario El Mercurio. Más información en www.habiaotravez.com.

 

María Paz Rodríguez (1981): Estudió literatura e hizo un magíster en letras hispanoamericanas en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha trabajado como editora y encargada de prensa en varias editoriales. También ha trabajado en la producción de ciclos de música, lanzamientos de libros y ciclos de cine. Ha hecho clases de escritura académica en institutos y universidades. El 2009 obtuvo la Beca de Creación Literaria del Consejo Nacional del Libro y la Lectura por su novela Hotel, obra que pronto publicará la Editorial Cuarto Propio. Actualmente, además de trabajar en su segunda novela, está escribiendo un libro de cuentos, uno de los cuales, Juan y Marta, se publicará en la antología de narradoras chilenas Junta de vecinas de la Editorial Algaida en Cataluña. El mismo cuento formará parte de una antología de escritores sub treinta que publicará la Editorial Ebooks Patagonia. Más información en http://tigresyhoteles.blogspot.com/.

Comentarios de los usuarios