Si hay algo que todos los entrevistados para este reportaje recuerdan con emoción es la famosa fiesta de San Nicolás de Tolentino de La Poza, celebración que se realiza cada 10 de septiembre en la capilla de esta localidad y a la que en tiempos anteriores llegaban vecinos de toda la comuna.
“Antes venía la gente desde Puelche, Mañihueico, Contao, Aulen y Rolecha, venían a caballo y la iglesia se llenaba, incluso quedaba gente afuera porque no cabían más personas adentro, especialmente en el tiempo de San Nicolás. Eso era cuando yo tenía como 12 años. Luego cada uno de esos lugares fue teniendo su propia iglesia así que fue disminuyendo la gente que llegaba”, recuerda Raquel Mansilla Cárcamo, una “antigua viviente” de La Poza de 77 años.
“Según mi abuelo, los habitantes de las distintas localidades, incluso de Queullín, traían sus santos para la procesión de San Nicolás”, acota Orlando Uribe, también oriundo de La Poza. La familia de don Orlando está muy ligada a esta capilla: su abuelo Juan De La Cruz Uribe ayudó en su construcción, su madre Adela Cárcamo Mansilla fue, además de profesora de la escuela, fiscal y patrona de la capilla por muchos años y el esposo de ésta, Manuel Sigoña, confeccionó el altar mayor junto a los Proeschle de Quildaco.
Juan De La Cruz Uribe estaba participando en la edificación de la capilla cuando fue llamado a luchar en la Guerra del Pacífico, conflicto armado que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia entre 1879 y 1883. Entre esos años, e incluso antes, sitúan los habitantes de La Poza la construcción de la Capilla de San Nicolás de Tolentino.
“Se demoraron bastante en construirla, fue por etapas. El aporte era voluntario y por tareas, o sea, cada familia se comprometía con una cierta cantidad de madera, la que se bajaba con bueyes de los bosques. Se demoraron en juntar toda la madera (casi puro alerce y ciprés), porque no todos llegaban al mismo tiempo, tienen que haber sido varios años”, afirma Orlando Uribe.
Agrega que “alabo mucho a las personas que hicieron la iglesia, porque antes no había comunicación como ahora, todo se hacía a remo o a vela. Calbuco era el pueblo más cercano, y una vez que hicieron la capilla hasta allá iban a buscar al sacerdote para que hiciera las misas, el curita atendía tres a cuatro días y después lo iban a dejar, especialmente para San Nicolás, que era la fiesta más solemne”.
Según Raquel Mansilla, no sólo las personas de La Poza ayudaron en la edificación, sino que también los vecinos de las distintas localidades que asisitían a la fiesta de San Nicolás de Tolentino y a otras misas y celebraciones. María Olga Cahuas, de 83 años, añade que “por lo que contaba mi papá, cuando la capilla se empezó a hacer había muy pocos acá, así que venían matrimonios de otras partes, ayudaban por algunos días en la construcción, se alojaban donde otros matrimonios de La Poza y después se iban”.
Habrían ayudado a construir la capilla los Proeschle, los Vargas de Mañihueico, los Almonacid, los Uribe y los Soto, entre otras familias. “Hasta de Rolecha trajeron sus tareas”, asegura Armando Mansilla Cárcamo, hermano de Raquel Mansilla y patrón de la capilla desde hace 30 años. El padre de Armando y Raquel, Abraham Mansilla, fue fiscal mayor por 25 años y su abuelo, Manuel Vargas, también participó en la construcción de la capilla. “Yo nací en el 32 y habré tenido unos siete años cuando recuerdo haber oído decir a mi papá que la capilla cumplía 70 años”, menciona Raquel Mansilla.
Según Armando Mansilla “ésta fue la primera iglesia, después hicieron la de Lleguimán y la de Queullín. La campana tiene 83 años, la trajeron en el 27, otro país la donó, eso fue el mismo año que nací yo”.
Bautizados en la capilla
Alberto Ampuero Sigoña, otro antiguo habitante de La Poza, se consiguió con su señora, Teresa Vargas Vargas, dos documentos que, según él, acreditan que la capilla fue construida antes de 1890. “Estas cédulas de identidad de los abuelos de mi esposa, Benjamín Vargas Uribe, nacido en 1890, y doña Leocadia Almonacid Pascuales, nacida en 1894, demuestran que la capilla ya estaba en esa época, porque ambos fueron bautizados ahí”, expresó cuando lo entrevistamos para este reportaje, ocasión en la que además nos reveló que el mencionado Benjamín Vargas habría pertenecido a una de las primeras familias en llegar a La Poza, uno de los primeros asentamientos humanos de la costa de Hualaihué.
Según cuenta Alberto Ampuero, Benjamín Vargas Uribe fue ahijado de Facundo Uribe, quien a su vez fue hijo de David Domingo Uribe, uno de los jefes de obra de la Capilla de San Nicolás de Tolentino. Por lo tanto, según él, la capilla se habría construido hacia 1880. “Antiguamente se construyó la iglesia y después la escuela, que debe ser de las más antiguas de la comuna. Mi papá comenzó a trabajar como profesor en 1932, vino a reemplazar a mi abuela Adela Cárcamo Mansilla que había jubilado y que había llegado en 1915 a reemplazar a otra profesora que había jubilado, así que vamos calculando los años”, acota.
Algunos dicen que los Uribe habrían donado el terreno para la iglesia, aunque no existe consenso respecto a esto considerando que Irma Uribe Vargas, de 74 años y descendiente de los Vargas Davis, dice que ellos fueron los primeros en llegar a La Poza provenientes desde Calbuco, fundando la localidad y su capilla.
La otra capilla
Más allá de eso, lo cierto es que antes de que esta capilla se construyera hubo otra, más pequeña y que se ubicaba delante de la actual.
“Me acuerdo que como a los ocho años estábamos jugando a la pelota en el sector de adelante de la capilla y estábamos cavando y nos encontramos con un palo grueso. Mi abuelo me dijo que era de la antigua capilla, que había estado ahí. Pero yo nací en el 1925 y desde que tengo memoria que está la capilla de ahora, a mí me bautizaron en esta capilla”, dice Orlando Uribe.
Antonio Van Kessel, cura párroco de Hornopirén que llegó en 1990 a la comuna proveniente desde Calbuco y que siempre se ha interesado por la historia de la zona, confirma que, efectivamente, La Poza fue uno de los primeros asentamientos humanos de Hualaihué y que hubo otra capilla antes que la actual. “Según encontré en los archivos de la iglesia de Calbuco, la primera iglesia de La Poza fue inaugurada y bendecida en 1869, y las primeras solicitudes para que existiera iglesia se hicieron en el 58. En el 69, para la bendición, vino el gobernador y el cura de Calbuco y ésa fue la primera visita de la fe cristiana a esta costa. Un año después, en el 70, construyeron las iglesias de Hualaihué y de Rolecha. Por lo tanto, la de La Poza habría sido la primera. Aunque yo tenía entendido que la de Llanchid habría sido más antigua, pero no encontré registros sobre eso. Desde 1869 en adelante, según los registros, se efectuaron bautizos, casamientos y primeras comuniones, entre otros, en la capilla de La Poza”
El primer Monumento Nacional Histórico de Hualaihué
La capilla de San Nicolás de Tolentino, si bien aparentemente se ve en buenas condiciones, presenta algunas fallas, como las goteras que tiene en el techo.
“Cuando quisimos pintar la iglesia pensamos primero en mandar a hacer las tejuelas y por ahí se nos ocurrió lo de la restauración y lo de hacer los trámites para declararla Monumento Nacional, algo que fue bien recibido por las autoridades comunales. Es la única reliquia que tenemos de valor y lo que más añoramos es que quede bien paradita, también, como una manera de honrar a nuestros antepasados que la construyeron”, expresa Raquel Vargas Cahuas, presidenta del Centro Católico de La Poza.
“La capilla ha sido el centro de reunión de la comunidad por muchos años, yo mismo fui fiscal un tiempo, pero cuando mi mamá (Adela Cárcamo) era fiscal, todos llegaban a la misa, era un momento especial ir a la iglesia, me acuerdo que el primer obispo que llegó fue Raúl Munita Eyzaguirre, y el primer cura del que me acuerdo fue Roberto Zelaya, que llegó a vivir a Rolecha, donde se fundó la parroquia… me gustaría mucho que la restauraran, para que dure más”, expresa Orlando Uribe.
Su hija Angélica Uribe Vargas añade que “sería un orgullo para todos, especialmente para la gente católica. Se tiene que mantener con los mismos materiales porque, por lo menos a la de Queullín, ya le sacaron el techo, en cambio a esta no se le ha hecho nada”.
Los habitantes de La Poza piensan que si esta capilla es declarada Monumento Nacional, se podrá revivir el sentimiento de unión de la comunidad en torno a la fe católica, algo que se ha ido perdiendo con los años. También saben que el contar con un Monumento Nacional les traerá responsabilidades y nuevas oportunidades, lo que les quedó claro tras la reunión sostenida el 9 de marzo recién pasado entre los vecinos de La Poza y Oliver Reinke, Encargado Regional del Programa Puesta en Valor del Patrimonio de la Dirección de Arquitectura del MOP de la Región de Los Lagos; Andrea Durán, encargada del mismo programa del Gobierno Regional; Freddy Ibacache, alcalde de Hualaihué; Juan Manuel Pizarro, encargado de la Oficina Municipal de Cultura; y Antonio Van Kessel.
En esa ocasión, se designaron las tareas para, entre todos, lograr que esta construcción en alerce se convierta en un patrimonio nacional. Según lo dejó en claro Andrea Durán, lo más importante es el compromiso de la comunidad. “Creo que así es en este caso. El monumento forma parte de la vida de los vecinos, lo que nos hace pensar que este proyecto tiene altas probabilidades de salir adelante”.
En la misma oportunidad, Freddy Ibacache le dijo a los vecinos que, si se logra el objetivo, “eso no sólo abarca a lo material sino a todo lo que hay detrás, a la historia de este lugar, a la identidad de su gente, etc., lo que proporciona toda una proyección en el desarrollo de esta localidad y de Hualaihué en general, porque un Monumento Nacional es también un atractivo turístico que traerá a más visitantes a la comuna. Y ustedes serán los encargados de mantener este lugar y de abrirlo al público”.
Ese es un punto importante, porque actualmente al Capilla de La Poza pasa gran parte del tiempo cerrada, algo que los vecinos entrevistados quieren cambiar. “Imagínese una comunidad como ésta, de bajos recursos, con un Monumento Nacional como la capilla, saldríamos de donde estamos para mostrarnos al mundo, sería un tremendo orgullo para nosotros y un incentivo para el turismo. Lo que nos interesa más a nosotros es que siendo Monumento Nacional van a llegar recursos, porque se está cayendo y nosotros no tenemos la capacidad económica para arreglarla. La gente ya no es tan unida ni solidaria como antes, porque esta comunidad hizo muchas cosas en el pasado, nosotros construimos la escuela, la Estación Médica Rural”, reflexiona Alberto Ampuero.
Los arreglos que se le han hecho
“Cuando yo era niña, mi tía Adela Cárcamo nos enseñaba a cantar en la iglesia, entonces no había ni bancos, a puro piso, y estaba el puro altar mayor. El de la Virgen del Carmen y el de la Virgen María los hicieron después, Amador y Juan Vargas parece que los hicieron. Me acuerdo que cantábamos arriba, ahora cantan abajo”, dice Raquel Mansilla.
Pese a estos cambios, la estructura de la iglesia se ha mantenido prácticamente igual desde que fue construida. “Hace cuatro o cinco años se hicieron unas modificaciones en la puerta para que no entrara tanto viento y hace 28 años se repararon y reemplazaron los durmientes y tablones que estaban malos. En el coro se le colocaron planchas de masisa porque estaba deteriorado y entraban muchos pájaros, eso hará como seis años atrás”, agrega Raquel Vargas.
“En ese arreglo de hace 28 años renovamos los durmientes, el piso, el techo, los tingles, la tejuela, con lo que sobró de tejuelas hicimos la cavernita, después de eso arreglamos la bóveda, trabajo del que yo fui responsable. La iglesia se merece ser declarada monumento, porque los materiales siguen siendo los mismos”, dice Armando Mansilla.
En compás de espera
Son una serie de documentos los que hay que incluir en la solicitud para que esta construcción sea declarada Monumento Nacional. Entre ellos, cartas de apoyo de las organizaciones comunitarias de La Poza y de los sectores aledaños, fotografías antiguas y nuevas de los vecinos y de la capilla, una recopilación histórica en torno a la capilla y, muy importante, los resultados del levantamiento arquitectónico de la capilla.
Esta labor la realizó un equipo de arquitectos de la Fundación Amigos de las Iglesias de Chiloé, quienes tomaron las medidas y evaluaron el estado de conservación de la capilla durante la última semana de abril de este año. “Ahora estamos en la fase de digitalizar los datos recabados, porque todo lo hicimos a mano y hay que ponerlo todo en formato digital para entregar el informe a Andrea Durán. Nos llevamos la impresión de que el estado de conservación es relativo, ni muy bueno ni muy malo”, comenta Carolina Zuloaga, una de las arquitectas.
Juan Manuel Pizarro, encargado de cultura del municipio, comenta al respecto que “la entrega del levantamiento es un paso clave para comenzar a mover nuevamente toda la maquinaria del tema, porque el apoyo escrito de las organizaciones del sector ya lo tenemos, estamos recopilando imágenes y la parte histórica también está. Falta entonces armar la solicitud de declaratoria con todo eso”.
En cuanto a los plazos, prefiere no dar fechas. “Todo depende de cuándo ingrese la solicitud al Consejo de Monumentos Nacionales de Chile. Puede ser un año o más, depende de las gestiones que se hagan y de las estrategias de la comunidad para acelerar el trámite, pero lo importante es que el compromiso de la comunidad es absoluto y el mío también, así que estoy seguro de que lo vamos a lograr, aunque siempre debemos tener presente que estos procesos son graduales y lentos. En todo caso, debemos tener claro que conseguir que la Capilla de San Nicolás de Tolentino sea declarada Monumento Nacional Histórico es sólo el primer paso, pues a partir de eso se pueden comenzar a postular proyectos para su restauración”, concluye.