Hualaihué: Un territorio de tesoros

Diciembre 19, 2010. Archivado en categoría: Sin categoría

Corral de pesca en piedra, sector Chauchil. Foto: Marco Tamayo, 2009.

¿Quién no conoce o ha escuchado alguna historia sobre algún entierro o tesoro? Historias de ésas abundan en Hualaihué. Cargadas de leyendas y mitos, no están del todo ajenas a la realidad. La palabra “entierro” representa no sólo un posible tesoro de oro o plata; también se asocia al encuentro de artefactos de distinta naturaleza.

Por ejemplo, se vincula al entierro de huesos, los cuales no sabemos a quiénes pertenecieron. Si el entierro es un tesoro, u otro nicho cultural, la palabra encierra misterios aún no develados. Sobre estos “entierros”, pero, más que eso, sobre las huellas que dejaron a su paso mujeres, hombres y niños en un pasado distante, quisiera plantear algunas reflexiones que nos pueden orientar respecto al patrimonio arqueológico e histórico de la comuna.

Patrimonio cultural: el valor de la historia

Cuando nos referimos al patrimonio cultural, por lo general hablamos de costumbres, creencias, saberes, ceremonias, lugares, casas, recuerdos familiares y de todo aquel elemento del pasado que nos es heredado, que nos aferra a una historia en común y que, por el solo hecho de existir, tiene derecho a ser valorado como patrimonio.

No existe una definición concluyente que englobe a ciencia cierta qué es y qué no es patrimonio. Patrimonio arquitectónico, patrimonio familiar, patrimonio de la humanidad, patrimonio natural, etcétera. La lista sería tan grande como definiciones posibles. Por ejemplo, existe el concepto de “patrimonio vivo”, en referencia a las personas que por su trayectoria y aporte a una comunidad son valoradas y respetadas. Algo similar ocurre con el notable alerce, que es patrimonio natural desde 1976 en nuestro país.

Bajo esta visión, voy a referirme al patrimonio arqueológico e histórico del territorio (no de todo el patrimonio), como un punto de partida para valorar la historia de Hualaihué y mirar hacia el futuro comprendiendo el significado de muchos lugares y objetos cotidianos pero de gran riqueza, la que suele pasar desapercibida.

El “ojo” de los especialistas

Rueda de piedra de antiguo molino, Contao. Foto: Matías Gallardo.

Para comenzar, aclaremos desde dónde mirar o abordar esta temática. Muchas personas, amigos y amigas, me plantean una duda muy frecuente, en torno a la diferencia entre la antropología y la arqueología. Si bien ambas disciplinas son parte de las ciencias sociales y tratan sobre lo mismo -conocer la diversidad cultural y su desarrollo histórico-, existen distinciones respecto a los métodos de trabajo.

A pesar de ello, la antropología y la arqueología son complementarias, al igual que con otras disciplinas como la historia. Respecto al quehacer y métodos de la antropología, ésta se preocupa por el comportamiento de las comunidades, su historia y devenir social, así como de sus aspectos materiales y territoriales y sus sistemas económicos y políticos, incluyendo también sus sistemas simbólicos y creencias, como la religiosidad, las tradiciones y los antiguos saberes que se transmiten oralmente.

El método más común de investigación de la antropología es el etnográfico, es decir, la investigación en contacto directo con las personas o informantes, siendo la entrevista la técnica principal. Este método, en conjunto con la revisión de fuentes bibliográficas, nos permite observar los aspectos subjetivos de una cultura en un territorio determinado. Pero, cuando las personas no recuerdan el pasado ni se cuenta con registros escritos, o bien, cuando pretendemos ir más atrás en el tiempo, necesitamos de la arqueología para conocer el pasado.

Piedra para moler granos, casa de Juan Calhuante, sector Chauchil. Foto: Marco Tamayo, 2009.

Respecto a la arqueología, que también se concentra en comprender la cultura y la sociedad, su esencia es que intenta explicar el pasado a través de los restos materiales, ya sean artefactos, restos óseos (huesos) o las huellas que dejaron las poblaciones en el paisaje. Entre los métodos comúnmente conocidos está el análisis con Carbono 14 o Radiocarbono, al cual se someten los hallazgos de piezas para determinar fechas o espacios temporales.

Aun cuando echan mano a pruebas de las ciencias matemáticas y físicas, las interpretaciones que hacen del pasado contienen de todas formas una subjetividad latente. Nunca se puede categorizar la historia como algo definitivo, ésta siempre está sujeta a nuevas miradas y reflexiones, las que agregan antecedentes para comprender cómo fue la vida de nuestros antepasados. La historia se reescribe constantemente en el presente.

Estas aclaraciones sobre el patrimonio cultural, la antropología y la arqueología son para facilitar la comprensión de lo que sigue: los sitios arqueológicos y otros de carácter histórico que se encuentran en el territorio que habitamos.

Los sitios arqueológicos e históricos de Hualaihué

Cuando me refiero a sitios arqueológicos, estoy hablando de todos aquellos lugares donde el paso del ser humano ha dejado un vestigio perceptible: herramientas como hachas de piedras, restos fósiles de huesos de animales que comieron, carbones de antiguas fogatas o curantos, conchales, sistemas de pesca como los corrales de pesca, entre otros registros que se encuentran en el paisaje. No siempre los sitios arqueológicos son observables a simple vista. Por eso se necesita del “ojo” especializado de los arqueólogos/as.

En estricto rigor, no existe ningún sitio arqueológico en la comuna, ya que esta categoría implica una identificación, un estudio, un fichado o un análisis. Sólo tenemos sitios de interés arqueológico.

La información disponible en el Sistema de Estudios de Impacto Ambiental (SEIA), que depende de la CONAMA, contiene información arqueológica sobre Hualaihué, pero no da cuenta de ningún sitio arqueológico identificado. La literatura especializada, como el libro “Corrales de Pesca en Chiloé” del año 2008, consigna prácticamente la totalidad de los sitios arqueológicos presentes en la zona de Chiloé, pero sin referencias a Hualaihué.

El que no se encuentren registrados los sitios arqueológicos entre Puelche y el Fiordo de Comau -el territorio comunal-, no constituye la ausencia de sitios de interés arqueológico o histórico. En este sentido, puedo asegurar que a lo largo del borde costero existe una enorme cantidad de conchales y corrales de pesca, y seguramente “entierros”, los cuales pueden considerarse como sitios de interés arqueológico.

Los datos más cercanos vinculados con hallazgos arqueológicos están el Seno del Reloncaví. Los descubrimientos van desde el sector de Pargua hasta el sector de Caleta La Arena; dos conchales en Bahía Ilque; Bahía Panitao; Pelluhuín; Tentén; los conchales de Isla Tenglo y Piedra Azul. El sitio Piedra Azul, en bahía Chamiza, tiene una fecha relativa a los 6.500 a.p. (antes del presente). Se puede suponer  que por la cercanía a estos lugares, Hualaihué también fue ocupado hace miles de años. ¿Cómo se puede asegurar esto?

El tesoro que esconden los depósitos conchales

Depósito conchal, sector Contao. Foto: Marco Tamayo, 2010.

La existencia de los depósitos conchales a lo largo de la ruta costera de nuestra comuna, nos entrega información relativa a esta interrogante. Si bien aún no son estudiados, representan claramente actividad humana, es decir, una cultura adaptada al entorno y la formación de relaciones específicas con la naturaleza.

Allí se vivió y se comió, se durmió y se cultivó, existiendo una cultura de cazadores recolectores y pescadores. En épocas más recientes los grupos que pudieron haber dejado estos testimonios posiblemente fueron familias de chonos y huilliches. Estos grupos habitaron el lugar, ya sea temporalmente o de manera más permanente.

En términos generales, la totalidad de los conchales se ubican en lugares cercanos a ríos o caudales de agua. Próximos al mar para pescar y mariscar, con agua dulce disponible, y con bosque como resguardo del clima. Otra característica de los antiguos lugares de ocupación son los complejos funerarios o cementerios. Enterraban a sus difuntos en los montículos naturales más cercanos, los cuales representan un lugar sagrado. Hoy puede que estén tapados por el monte o el chacay.

En palabras simples, los conchales más antiguos son aquellos donde se encuentra la concha más molida, cubierta por otras capas de tierra. La observación de estas capas de sustrato se conoce como el estudio de la estratigrafía. Es posible identificar decenas de lugares como éstos en Hualaihué.

La importancia de los conchales es que a través de su identificación y posterior estudio podemos conocer cómo vivían los originarios habitantes de la zona. Además, esto  permitiría ampliar la mirada científica y comparar a los conchales del territorio con sitios arqueológicos a nivel regional.

Los corrales de pesca y otros “entierros”

Corral de pesca en piedra, sector Chauchil. Foto: Marco Tamayo, 2009.

Otro testimonio arqueológico que se encuentra en el paisaje son los corrales de pesca. Éstos evidencian la históricamente fuerte relación de las comunidades con la mar. Estos sistemas de pesca permitían a los antiguos pescar en abundancia, mediante la ubicación de piedras o varas, formando un cerco en forma de media luna, el cual recibía la pleamar o alta marea y sus bondades. Una vez que comenzaba a bajar la mar, los peces atrapados en los cercos eran recogidos.

A nivel regional, estos sistemas de pesca fueron ocupados hasta los años 60. En la localidad de Chauchil podemos apreciar los corrales de pesca en piedra que dejaron las antiguas familias. Seguramente existe una gran cantidad de ellos en el borde marino.

Por último, hablemos de los “entierros” relacionados a tesoros. Personas antiguas hablan de tesoros que brillan en la Noche de San Juan, asegurando que algunos fueron encontrados y otros aún se mantienen bajo tierra. Datos históricos como los mapas de corsarios y piratas ingleses y holandeses, desde el siglo XVI en adelante, comprueban que las costas de Hualaihué formaban parte de las rutas, como una zona de fondeo de barcos. Esto sugiere que en más de alguna ocasión pudieron haber dejando botines, los que hasta nuestros días alimentan leyendas de oro y plata.

Conchales, antiguos cementerios, corrales de pesca, y seguramente otros lugares no reconocidos, constituyen el patrimonio arqueológico de nuestra comuna. Si bien aún no se los reconoce como tal, es importante avanzar en su identificación y resguardo.

Los sitios o lugares históricos

Ruinas del aserradero más grande de Latinoamérica (años 60), Contao. Foto: Marco Tamayo, 2009.

Respecto a éstos, corresponde incluirlos en la categoría de patrimonio cultural local. Ésta dice relación con aquellos monumentos, levantamientos arquitectónicos y cualquier otro tipo de inmueble o mueble que por su historia contenida tiene un valor humano importante de rescatar, conservar y difundir.

Aquí encontramos a las antiguas iglesias (como la capilla  de San Nicolás de Tolentino de La Poza), o lugares que simbolizan un nexo con la historia como las ruinas de la ex BIMA y las casas de los primeros habitantes. Es posible incluir también algunas actividades productivas como la extracción del alerce, desprendiéndose de ello un valor histórico que incluye herramientas, saberes y lugares que dan cuenta de un pasado propio de la zona. Al igual que los sitios de interés arqueológico, los lugares históricos cobran trascendencia para proyectarse como una comuna preocupada por su historia e identidad.

El turismo cultural y el rol de las comunidades indígenas

Ruinas del aserradero de la empresa BIMA, Contao. Foto: Marco Tamayo, 2009.

La comprensión que podemos tener sobre el valor del patrimonio cultural es incidente en la idea de construir un Hualaihué con identidad. Junto a esto, las posibilidades de asociar los elementos del paisaje y la cultura material con el turismo de intereses especiales, contribuiría a mejorar la competitividad de nuestro turismo, agregando valor al atractivo natural de la comuna.

Por ello, un museo que contenga información sobre los sitios y que exhiba las piezas antiguas y arqueológicas halladas por personas locales, es de suma necesidad para fortalecer la idea de un turismo cultural. Un foco de atracción que sin duda generaría un beneficio para el turismo comunal.

Desde otra variable, la identificación, estudio y conservación de los lugares arqueológicos e históricos, permite plantear con fuerza los derechos de uso de las comunidades respecto al borde costero.

Es imprescindible que las comunidades indígenas que luchan por sus derechos consuetudinarios o tradicionales sobre el bordemar apelen al reconocimiento de los sitios de interés arqueológico e histórico, para que sus demandas sean debidamente aseguradas.

El trabajo con respecto al tema que las comunidades vienen realizando desde hace un tiempo, apoyados por el organismo “Identidad Lafquenche”, debe establecer lineamientos específicos respecto al valor y al uso de los sitios mencionados.

Es de esperar que su trabajo logre situar las demandas de las comunidades indígenas en bloque, ya que la presión ejercida sobre la mar y el borde marino ha llegado a ser una verdadera pugna de intereses entre privados y comunidades.

Resulta importante que las comunidades indígenas, que con fuerza han comenzado un proceso de reetnificación, se planteen objetivos concretos en esta materia. El derecho que tienen históricamente es posible de comprobar con cada uno de los sitios y artefactos arqueológicos e históricos que se encuentran en el paisaje o en manos de particulares.

Si bien se requieren especialistas para la identificación y el estudio de estos lugares, la tarea de resguardo y las posibilidades de apertura hacia otras necesidades y demandas comienza con la toma de conciencia de cada uno de nosotros.

Félix Vargas: Un antropólgo innato

Llegó en 1988 a Hornopirén, como primer jefe del Retén de Carabineros. Siempre interesado por el pasado, desde entonces ha ido recolectando una serie de objetos -rocas, fósiles, huesos, utensilios de piedra, entre otros-, actividad que ha complementado con el estudio autodidacta de la historia, la antropología y la arqueología.

“Hay que saber mirar, aprender a ver y sentir la naturaleza, porque toda nuestra historia está en el ambiente. El bosque es más que un verde frondoso y puede contarnos una serie de cosas, igual que las rocas, las piedras y los árboles, que son todos distintos”, dice.

Para él, lo importante es conocer las raíces y la identidad de los lugares, así como la manera en que vivieron nuestros antepasados. Por eso es que lleva años intentando fundar un museo en Hornopirén, algo a lo que, según él, no se le da la importancia debida. “Nadie patrocina”, se queja.

“Estoy seguro de que aquí se pueden encontrar restos del neolítico, por eso hay que proteger los lugares y los artefactos que se vayan encontrando, para exponerlos al público de manera resguardada”, afirma.

Con pesar recuerda que en 1991, siendo Jefe del Retén de Carabineros, le cedió especies “de incalculable valor” al Centro Cultural Pablo Neruda de ese entonces, entidad que se había comprometido a preservarlas y exponerlas. Hoy desconoce el paradero de esos valiosos elementos, pero tiene la esperanza de recuperarlos. “La autoridad debe comprometerse a conseguir un espacio físico para dar a conocer el valor y la historia de la Patagonia Occidental Austral”, enfatiza.

Félix Vargas, como buen amante de la naturaleza, tiene en su jardín ejemplares de cada una de las especies arbóreas existentes desde la Región del Biobío hacia el sur.

Y, como le preocupa el rescate de la identidad local de la comuna, está trabajando, junto al artista Mauricio Opazo, en un diseño de una fuente para la Plaza de Armas de Hornopirén -el que incluiría piedra volcánica y una cascada, entre otros elementos propios de la cultura local-, y en un prototipo de madera para la señalética de las calles.

“Tenemos que buscar y reforzar nuestra identidad, y la manera de lograrlo es rescatando lo que nos es propio, siendo algo fundamental nuestro pasado”, concluye.

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