Una alteración del medio ambiente que crece a un ritmo muy acelerado es el exceso de iluminación en el medio nocturno, provocado por la luz artificial. Es lo que se denomina contaminación lumínica, cuya manifestación más evidente es el aumento del brillo del cielo nocturno por reflexión y difusión de la luz en los gases y partículas del aire, lo que dificulta la observación de las estrellas.
Así lo explican los científicos del Instituto de Divulgación de Astronomía y Ciencias Espaciales de Chile (www.circuloastronomico.cl), quienes aclaran que la dificultad para apreciar los astros es sólo uno de los efectos de este fenómeno, que además tiene importantes consecuencias económicas, sociales, sanitarias y culturales, tales como el aumento del gasto energético y económico de forma superflua por parte de los municipios, la intrusión lumínica en los hogares, el encandilamiento y alteraciones de la salud, la inseguridad vial, el daño a los ecosistemas nocturnos, entre otros.
Como se detalla en el sitio web de la Oficina de Protección de la Calidad del Cielo del Norte (www.opcc.cl), la principal causa de la contaminación lumínica es el alumbrado público inadecuado e ineficiente, es decir, “el uso masivo de luminarias y proyectores mal inclinados, letreros luminosos funcionando toda la noche con intensidades desmesuradas de luz y en rangos espectrales innecesarios”.
Para evitar este problema es que en Chile, siguiendo lo que se ha hecho en otros países, el 1 de octubre de 1999 entró en vigencia la “Norma de Emisión para la Regulación de la Contaminación Lumínica” (Decreto Supremo Nº 686 del 7 de diciembre de 1998 del Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción), que establece un marco legal para la protección de la calidad del cielo.
La Serena y Vicuña, por su cercanía a importantes observatorios astronómicos, son ciudades que han puesto en práctica este decreto, con un recambio de luminarias que ha permitido controlar la contaminación luminosa, sin afectar su vida nocturna.
Las recomendaciones de los expertos
Pese a que realizar cambios es posible, es un hecho que en casi todos los lugares poblados se derrocha energía. Según el portal Círculo Astronómico, la luz destinada a iluminar las calles no debiera escaparse hacia el espacio, lo que significa que se podrían iluminar las calles de noche gastando menos electricidad si toda la energía se enfocara hacia la calle.
Al respecto, este portal propone las siguientes formas de ahorro de electricidad:
- Utilizar lámparas que iluminen hacia el suelo: Utilizando lámparas de menor potencia pero que iluminen sólo hacia el suelo se puede ahorrar hasta un 30% de electricidad. Estas lámparas evitan además el encandilamiento de automovilistas y ciclistas.
- Usar sistemas de disminución de la iluminación: En los domicilios la gente apaga la luz en la noche, pero eso no ocurre en las ciudades o los pueblos, donde las luces permanecen encendidas. Para ello, actualmente existen alternativas, como las lámparas programables para que el equipo disminuya la potencia hasta un 40%. Otra opción es exigirle a las compañías que instalen sistemas de apagado diferenciado de luminarias. Con ello el ahorro puede llegar a un 30%.
- Utilizar potencias de acuerdo a las necesidades: Como norma es recomendable bajar la potencia de las lámparas y diversificar su distribución. Lugares de mayor afluencia de público pueden necesitar lámparas de mayor potencia, de entre 150 a 250 watts, que las calles, donde la potencia puede ser de 100 watts. En los pasajes bastará con 70 watts. Se recomienda utilizar lámparas modernas con buena óptica. El ahorro puede llegar a ser de un 20%.
- Utilizar lámparas de sodio: Las lámparas de luz blanca gastan entre un 10% y 20% más y duran menos. Sólo deben ser usadas en lugares puntuales como cruces de mucho tráfico. Por otra parte, es bueno para la salud utilizar lámparas de sodio de color más amarillo, ya que ayuda al ciclo circadiano natural. Las más económicas son las lámparas de sodio de baja presión.
Si se aplican todas estas medidas, el ahorro puede llegar a entre un 60% y 70%, disminuyéndose de paso la contaminación lumínica, lo que nos permitirá disfrutar mucho más de los cielos estrellados.
El daño a los ecosistemas
“Cada vez que la luz humana (artificial) se desborda en el mundo natural, algún aspecto de la vida –la migración, la reproducción, la alimentación– se ve afectado. Un ejemplo son las aves, que, al migrar de noche, son proclives a chocar con edificios altos y muy alumbrados”.
“Como seres vivos que somos, los humanos también necesitamos la oscuridad, la cual es tan esencial para nuestro bienestar biológico, para nuestro reloj interno, como la luz misma. Sin embargo, durante casi todo el último siglo, hemos llevado a cabo un experimento abierto con nosotros mismos al alargar el día, al acortar la noche y provocar cortocircuitos en la respuesta sensible del cuerpo humano a la luz”. La factura que esto nos pueda pasar, aún es incierta.
Extracto de un artículo escrito por Verlyn Klinkenborg, publicado por la Revista National Geographic en Español en diciembre de 2008.